Esquilo
Por Mar Uriarte
Esquilo
Tragico griego (525-455 a.C)
Nace en Eleusis en el año 525 a. C, en una acomodada familia; su infancia y juventud coincide con un momento de gran importancia para Grecia, tanto en el plano político como en el cultural. Clístenes establece la democracia en Atenas que tiene su prueba de fuego en el año 490 a.C. con el intento persa de someterla. La batalla de Maratón significa la victoria definitiva de la democracia. Esquilo pertenece a la generación que combate en Maratón y en Salamina, proverbial todavía en época de Aristófanes por su patriotismo, entereza moral y profundas convicciones religiosas.
El crítico periodo en que le tocó vivir conformó para siempre su ideario. Esquilo vivió con profunda emoción estos acontecimientos; tanto es así, que en su epitafio quiso que sólo figurase su condición de excombatiente salaminio, pero no por orgullo, sino por dejar constancia de su cualidad de testigo de unos hechos de tanta trascendencia.
Esta tumba encierra a Esquilo, hijo de Euforión,
ateniense, que murió en la fértil Gela,
de su valor testimonio puede ofrecer
el bosque de maratón y el medo de honda cabellera, que lo conoce.
Esquilo muere en Gela en el año 455 a.C. después de una vida de fama y gloria literaria. Su tumba se convertiría en lugar de peregrinación para muchos poetas. Deja una considerable obra. El número de tragedias de las que nos hablan las fuentes oscila entre noventa, según Suda, y setenta y tres, según el catálogo de Laurenciano: Desgraciadamente hoy tan sólo nos quedan siete piezas íntegras: la trilogía completa de la Orestía : Agamenón ,Los Coéforos y Las Euménides ; Los Persas , Los siete contra Tebas , Las Suplicantes y Prometeo Encadenado . La obra conservada más antigua es Los Persas , con ella obtuvo Esquilo el primer premio de su carrera.
Esquilo fijó la tragedia ática; tanto en su estructura interna, como en los detalles de la representación; en su forma definitiva. La trama de sus obras, sin el hábil juego de reconocimientos y peripecias de las de sus sucesores, es muy simple. Hace un teatro fundamentalmente narrativo, sigue la técnica de anticipar por medio de insinuaciones, y retrasar a la vez el desenlace de la acción. En sus obras los largos parlamentos predominan sobre el diálogo. La composición por trilogías le permite dar gran extensión a las partes corales. Absorto en los grandes problemas que discute, no siente interés alguno por la psicología de sus personajes, que se expresan, hieráticos y solemnes, en un lenguaje denso en extremo y altamente poético.
La tragedia esquílea, casi vacía de acción, «es con frecuencia nada más que un lamento, un clamor y grito del hombre, puros sollozos con los que el poeta sabe hacer cantos inmortales». Este dolor, sin embargo, tiene una finalidad: aprender por medio del sufrimiento. La justicia de Zeus, que rige el mundo y establece las leyes de los hombres, exige el castigo del culpable en su persona o en la de sus descendientes. Obrando cae el hombre en la culpa, ésta encuentra su expiación en el sufrimiento, que lleva al hombre a la comprensión y al conocimiento. Este es el camino de lo divino a través del mundo tal como lo ve Esquilo. Los hombres obran mal cuando pretenden rebasar la esfera que les está asignada; y su castigo les hace comprender la ley moral.
El mito de Prometeo
El mito aparece para explicar hechos enigmáticos que tienen que ver con la historia de la humanidad. Son narraciones que se refieren a un orden del mundo anterior al orden actual, y en ellos se plantea el problema del orden total del mundo. El hombre busca respuestas. En el siglo VI a.C. Grecia ya se pregunta seriamente por el principio y fin de las cosas y del hombre mismo; la complejidad de las pasiones humanas, la misma capacidad de pensar, de conocer verdades, de aspirar a lo eterno e infinito no deja de incitar a las cuestiones fundamentales de la existencia. En el fondo se intuye que el origen de la humanidad es extracósmico, y que el entendimiento es un don que viene de más allá de la Naturaleza.
Algunos sucesos mitológicos descansan sobre fundamentos históricos, muchos se basan en las mismas fuentes que las narraciones que aparecen en el Antiguo Testamento. Así, la formación del hombre por Prometeo es un remedo del Génesis.
La figura de Prometeo es muy antigua en la mitología, y a lo largo de la historia de la literatura griega presenta una cierta evolución. En Esquilo simboliza la rebeldía contra el tirano. Según dice la tradición, los dioses encargaron a Prometeo y a su hermano Epimeteo distribuir convenientemente las facultades entre los seres mortales. Epimeteo pidió a Prometeo que le permitiese a él hacer la distribución, como no era del todo sabio, gastó, sin darse cuenta, todas las facultades en los animales y se olvidó de la especie humana. Prometeo vio al hombre desnudo, sin calzado, sin abrigo e inerme. Ante la imposibilidad de encontrar un medio de salvación para éste, Prometeo roba a Hefesto y a Atenea el fuego, portador de la sabiduría y se lo ofrece, como regalo al hombre, que adquiere así los recursos necesarios para la vida. Sobre Prometeo, recayó el castigo del robo. El hombre, una vez que participó de una porción divina, fue el único de los animales que reconoció a los dioses y comenzó a erigir altares e imágenes.
Pero esta leyenda no aparece en la Teogonía , donde es simplemente el bienhechor de la Humanidad. Si engañó a Zeus es por su amor a los hombres: Durante una disputa entre los dioses y los hombres en Mekone (Tesalia), Prometeo decidió erigirse en árbitro de la contienda. Para reconciliar a las dos partes, propuso que se sacrificara un buey. Descuartizó después al animal y colocó los pedazos en dos montones: en uno puso los huesos, recubriéndolos con la grasa del animal, de modo que pareciera un montón más aparente, y en otro puso la carne y las vísceras, que cubrió con la piel del buey. Tras hacer el reparto, le presentó los montones a Zeus para que eligiera uno de ellos. Éste escogió, entonces, el montón más aparente, aquél que contenía, en realidad, los huesos. Desde ese momento, estos serían para los dioses, mientras que los hombres se quedarían con la carne y las vísceras, es decir, los hombres quemarían solamente los huesos y la grasa de los animales en honor de los dioses.
Cuando Zeus descubrió el engaño, irritado, privó a los hombres del fuego. Pero Prometeo, acudió en ayuda de ellos por segunda vez, robó una chispa del fuego divino en una caña hueca, para entregársela a los hombres. Al ver Zeus brillar de nuevo la llama entre los mortales, ideó un castigo del que ya nadie quedaría salvo. Envió a los hombres, a través de Epimeteo, un "bello mal", Pandora, la primera mujer. El don de Zeus consistió en una caja que encerraba dentro todos los males, junto con la "esperanza". Cuando Pandora, movida por su curiosidad, abrió la caja, se esparcieron todos entre los mortales. Al intentar cerrarla, ya era demasiado tarde, y sólo la "esperanza" quedó dentro. Así, la envidia de los dioses pasará a los hombres inexorablemente.
Prometeo fue encadenado a una roca en el Caúcaso, y condenado a que una águila le devorara el hígado, que crecía durante la noche tanto cuanto el ave había comido durante el día. Zeus juró que jamás desataría a Prometeo de la roca. Pero, finalmente, tras varios siglos de suplicio, Prometeo fue liberado por el hijo de Zeus, Heracles. Zeus, satisfecho por la proeza, que aumentaba la gloria de su hijo, no protestó, pero, para no faltar a su juramento, ordenó a Prometeo llevar un anillo fabricado con el acero de sus cadenas y un trozo de la roca a la que había estado encadenado.
Prometeo encadenado
Probablemente es la pieza que más problemas ha planteado a los críticos. Una corriente de interpretación considera que está falsamente atribuida a Esquilo. Lo cierto es que existen argumentos tanto a favor, como en contra de estas tesis.
Forma trilogía con el Prometeo liberado y el Prometeo portador del fuego , éstas, de haberse conservado, explicarían algunos de los problemas planteados por la pieza que poseemos fuera de su contexto: entre otros, el de la contradicción del Zeus como brutal tirano, con el Zeus soporte del derecho y rector del destino que aparece en el Agamenón . Seguramente el Prometeo portador del fuego , encabezaba la trilogía y relataría el robo del rayo que le valió al titán el castigo divino. En el Prometeo liberado , con toda seguridad, habría una reconciliación de los poderes divinos contrapuestos y se reivindicaría la figura de Prometeo.
Estamos ante un mito alejado de los hombres, sólo se trata de dioses y divinidades. Los personajes son de una naturaleza muy superior a la humana. Su lenguaje es elevado y solemne. Sin embargo, la humanidad está implicada en la tragedia de Prometeo. Prometeo es la divinidad que se arriesga por los seres humanos y permanece indisolublemente ligado a ellos, al haber recibido de él sus conocimientos y técnicas.
Fue el trágico Esquilo el primero que presentó la figura de Prometeo como la encarnación de la libertad humana enfrentada con orgullo al destino. Y desde entonces aparece como un liberador del género humano: En Platón, en Plutarco y en Plotino, Prometeo es el inspirador de la ciencia y de la sabiduría humanas; para los apologistas cristianos como Tertuliano y Lactancio, el mito de Prometeo no es más que la concepción pagana de la creación del hombre por el verdadero Dios; Tertuliano, además, ha visto en el titán amarrado a la roca por su amor a la humanidad el simbolismo de la crucifixión de Cristo para salvar a los hombres. Pocos asuntos han inspirado tanto a poetas, pintores y escultores como el mito de Prometeo.
Prometeo es la viva imagen de la obstinación y la rebeldía, tiene capacidad de conocer el futuro, sabe que nunca será liberado a no ser que revele a Zeus la profecía relativa a un matrimonio que hará caer a éste de su trono, pero no cuenta su secreto y queda sepultado en el cataclismo final bajo la roca a que le ató Hefesto por orden del monarca de los dioses.
La figura trágica de Prometeo, rebelde contra la injusticia y la tiranía, constituye el símbolo de la humanidad más arraigado en la cultura occidental.
[..]
Miradme: soy un dios y, sin embargo,
¡qué trato ha recibido de los dioses!
(Canta)
Mirad con que torturas desgarrado,
por un espacio de años infinito,
aquí he de padecer tormento horrendo.
Tal es el lazo de cadena infame
que contra mí inventó el rey de los Dioses.
[...]
Por otra parte, también aparece con los rasgos de un héroe cultural o «primer inventor» de múltiples aspectos de la vida civilizada. Prometeo, que significa pensamiento previsor, simboliza la revuelta no de los sentidos, sino de la mente. El fuego es el intelecto sublevado. Ilustra la voluntad humana de la intelectualidad; pero de una vida intelectual que no está "bajo la dependencia absoluta del principio de utilidad".
PROMETEO
En su alma yo insuflé ciega esperanza.
CORIFEO
¡Qué gran bien dispensaste a los mortales!
PROMETEO
Pues, además, diles el don del fuego.
CORIFEO
Y ahora, ¿tiene el hombre el rojo fuego?
PROMETEO
Gracias al cual descubrirán las artes
[...]
PROMETEO
[...]
Robé del fuego, en una oculta caña,
la recóndita fuente que sería
maestra de las artes y un recurso,
para el hombre. Y aquí pago mi culpa
clavado y aherrojado a la intemperie.
Prometeo representa todas las tendencias que nos empujan a saber, porque no es lo mismo entender que saber; saber es saber hacer. Y nos empuja a saber más que nuestros maestros. El hombre no está sujeto a ningún límite, Dios le hace libre.
En esta obra, Esquilo, enumera minuciosamente los beneficios que la Humanidad debe a Prometeo: el cómputo del tiempo, el alfabeto, los números y la aritmética, la memoria, la doma y utilización de los animales, la medicina, la navegación, la ciencia de predecir el futuro. Tantos beneficios y bondad provocaron los celos de los dioses.
PROMETEO
[...]
Y ahora oíd las penas de los hombres;
cómo les convertí, de tiernos niños
que eran, en unos seres racionales.
Y en mis palabras no tendrá cabida
el reproche a los hombres; lo que intento
es mostrar la bondad de mis favores:
Ante todo, veían, sin ver nada,
y oían sin oír, cual vanos sueños,
gozaban de una vida dilatada,
donde todo ocurría a la aventura:
Ignoraban las casas de ladrillos,
al sol cocidos, la carpintería.
Vivían bajo tierra en unas grutas
sin sol, como las próvidas hormigas.
Ignoraban los signos que revelan
cuándo vendrá el invierno y la florida
primavera y los frutos del estío.
Todo lo hacían sin criterio alguno
hasta que, finalmente, de los astros
les enseñe a auspiciar orto y ocaso.
Y el número, el invento más rentable,
les descubrí, y la ley de la escritura,
recuerdo de las cosas, e instrumento
que a las Musas dio origen. Fui el primero
Que sometió las bestias bajo el yugo.
Y el arnés; y al jinete esclavizadas,
las más duras fatigas soportaron
en lugar de los hombres. Bajo el carro
yo sometí el caballo, humilde al freno,
y vana ostentación de la riqueza.
Nadie más sino yo el marino buque
de alas hechas de lino, descubrió,
y que errático el ponto va surcando.
Y pese a los inventos que a los hombres
un día enseñé yo, infeliz, no tengo
medio de sustraerme a mi desgracia.
[...]
PROMETEO
En suma, por decirlo
todo concisamente en una frase:
Sabe que el hombre ha conocido todas
las artes a través de Prometeo
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