martes 30 de noviembre de 2010Wikileaks y la transparencia
La filtración de documentos confidenciales de la diplomacia estadounidense por parte del sitio de internet Wikileaks acarrea grandes interrogantes, sobre todo de quienes se preguntan si el sitio hizo bien o no en publicar, si su aporte obligando a la transparencia gubernamental es más importante que las consecuencias peligrosas que podría acarrear para las personas y países involucradas, si el derecho a saber de las personas debe prevalecer sobre la seguridad nacional, si Wikileaks debe ser medido bajo las mismas reglas que se guía el periodismoLa discusión no es nueva, es casi tan vieja como los tres años que tiene el sitio en que se ha dedicado mayoritariamente a publicar información confidencial que extrae de fuentes gubernamentales de Estados Unidos y otros aliados como Inglaterra; y que este año han servido en tres oportunidades a mostrar atrocidades cometidas en las guerras de Irak y Afganistán y a partir de este domingo, con 250.000 documentos con distintos niveles de secrecía, dio a conocer cables entre la cancillería estadounidense y sus embajadas en numerosos países del mundo.
Tal vez sea ésta, la vez más dura contra la presidencia de Barack Obama, cuyos funcionarios hoy, como la canciller Hillary Clinton, salieron a despotricar en contra de la irresponsabilidad de Wikileaks y de que se tomarán medidas. Los documentos anteriores sobre las guerras afectaban al ex presidente George Bush, de ahí la vergüenza del gobierno de Obama y como se irá derrumbando su credibilidad en las relaciones con sus países amigos y aliados estratégicos.
No es para menos, aunque muchos documentos no son clasificados, igualmente en los que dio a conocer Wikileaks y los medios de referencia escogidos en el mundo (The New York Times, The Guardian, Le Monde, Der Spiegel y El País – CNN y The Wall Street Journal no aceptaron de parte de Wikileaks publicar a la misma vez este domingo pasado) se ven situaciones muy embarazosas para los diplomáticos estadounidenses que debieron hacer las veces de espías o dando reportes irrespetuosos sobre políticos y líderes de otros países, desde pedir el dna del entonces candidato presidencial paraguayo Fernando Lugo o preguntando sobre el estado mental de la presidenta argentina Cristina de Kirchner.
También los cables revelan situaciones insospechadas, como conversaciones con líderes árabes y musulmanes de medio oriente que piensan de la misma forma que los israelíes en cuanto a Irán, pidiéndole a EEUU que actúe militarmente con tal de evitar que el gobierno iraní consiga fabricar armas nucleares. En estos próximos días, los medios de comunicación que acordaron con Wikileaks seguirán asombrando.
Estos medios involucrados han confirmado la información provista por Wikileaks, han escogido no ofrecer información que pudiera poner en riesgo a las personas y han establecido que la mayor parte de los materiales no son “top secret” o tenían grados de secrecía mínimos. Creo que los medios han seguido trabajando con las reglas del periodismo, que tienen que ver con la rigurosidad y la confirmación de la información. Aunque muchos pueden criticar que se han prestado a ser megáfono de información que podría poner en riesgo temas de seguridad, en ellos prevaleció el principio de transparencia que guía a todo el periodismo cuando se trata de mantener fiscalizado y transparente al gobierno, especialmente cuando los gobiernos tienen la cómoda actitud de exagerar calificando de secreta a mucha información que no cumple con esos requisitos. Los medios no tienen otra opción que publicar por el servicio que se está ofreciendo en materia de transparencia y de mantener a los ciudadanos informados.
Lo de Wikileaks es un buen servicio acorde a los tiempos de altas tecnologías en los que vivimos. No puede ser catalogada como un medio de comunicación periodístico porque no cumple con los preceptos de los medios sobre confrontación de fuentes, rigurosidad, transparencia de los procesos y, sobre todo, de ser responsable ante las leyes de un país que tienen que ver con los límites que se imponen a temas de difamación, revelación de secretos de Estado, y responsabilidades informativas, porque simplemente no es de un país, es prácticamente, en materia territorial, una entidad abstracta. Wikileaks publica textos que fueron obtenidos ilegalmente, no dice de dónde los consiguió, sus fuentes o cómo, pudiendo haber sido material robado o plantado por los propios servicios de inteligencia o con propósitos alejados de la propia transparencia que dice defender.
Pero el gobierno estadounidense no debería preocuparse tanto por el mensajero sino sobre cómo procesa su información confidencial; y más que medidas y leyes para procesar a Wikileaks, debería prestar más atención a cómo trabaja la información dentro de los sistemas diplomáticos y de inteligencia.
Por ahora, en este capítulo doloroso para la política estadounidense, nos estamos beneficiando todos ya que podemos entender mejor cómo se maneja el país y se tejen las relaciones internacionales; algo que a los periodistas les toca mucho tiempo descifrar debido a su responsabilidad más apegada a la rigurosidad y el contexto. Es más fácil – aunque más irresponsable – publicar documentos sin ese contexto y que se vea la verdad descarnada y que cada uno saque las conclusiones. Hasta el momento Wikileaks representa una forma de mayor transparencia. Pero en estos días habrá mucha tela para cortar y datos que analizar.
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