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¿Y, después de la paz qué?
Julián Caleño
Quienes envejecimos sin conocer un solo día de paz en nuestra querida y amada Colombia, lógicamente la queremos, la deseamos con ansias, esperando que nuestros nietos puedan disfrutar de ella en una patria libre y digna.
Pero se nos quieren comer la panela ahora, con unos diálogos de paz, que seguramente van a dar resultados, puesto que para lograrlo se debe estar ofreciendo el oro y el moro, y se pasará por encima de las instituciones y el orden legal con tal de llegar a acuerdos con la guerrilla, sin importar los métodos.
Y vendrán los acuerdos, que instalarán en el congreso a los jefes guerrilleros y sus delitos serán olvidados, mientras en las cárceles se seguirán pudriendo los miembros de las fuerzas armadas caídos en desgracia y presos bajo cargos de dudosa procedencia y muchos abiertamente injustos, en represalia por su buen desempeño en la lucha contra el terrorismo.
El comunismo radical de los tiempos del cine mudo que aún practica el comandante Timochenko, con la complicidad de los hermanitos Santos, los Castro y la chequera del ideólogo Chávez, trazarán la ruta a seguir del gobierno comprando la politiquería corrupta en beneficio de La Marcha Patriótica con Piedad a la cabeza y Roy Barreras como vocero oficial. Pero mucho cuidado deberán tener los camaradas de las FARC, puesto que el trasfuguismo ideológico y político, del camarada presidente, les puede tener alguna sorpresita guardada, o si no, que le pregunten a quienes votaron por él.
Antes de tomar partido en apoyar o rechazar esos diálogos, es saludable considerar las consecuencias que nos puedan traer.
Un mal arreglo agravaría la situación y podrá hacer renacer las inquietudes de los departamentos al occidente del río Magdalena, de un nuevo país, y así el centralismo bogotano y sus áulicos, la gran prensa hablada y escrita de la capital, puedan vivir a sus anchas, bajo el régimen Bolivariano.
Pensamos además que si los jefes guerrilleros, tendrán curul y libertad, el mismo derecho deben tener los Generales Del Rio y Ramírez, además del Coronel Plazas, y que los oficiales, suboficiales y soldados presos por actos del servicio, tengan las mismas garantías de los desmovilizados, y los desempleados no guerrilleros, iguales oportunidades de trabajo que se crearán para ellos.
Todos queremos la paz, pero sin que el remedio pueda ser peor que la enfermedad.
Quienes envejecimos sin conocer un solo día de paz en nuestra querida y amada Colombia, lógicamente la queremos, la deseamos con ansias, esperando que nuestros nietos puedan disfrutar de ella en una patria libre y digna.
Pero se nos quieren comer la panela ahora, con unos diálogos de paz, que seguramente van a dar resultados, puesto que para lograrlo se debe estar ofreciendo el oro y el moro, y se pasará por encima de las instituciones y el orden legal con tal de llegar a acuerdos con la guerrilla, sin importar los métodos.
Y vendrán los acuerdos, que instalarán en el congreso a los jefes guerrilleros y sus delitos serán olvidados, mientras en las cárceles se seguirán pudriendo los miembros de las fuerzas armadas caídos en desgracia y presos bajo cargos de dudosa procedencia y muchos abiertamente injustos, en represalia por su buen desempeño en la lucha contra el terrorismo.
El comunismo radical de los tiempos del cine mudo que aún practica el comandante Timochenko, con la complicidad de los hermanitos Santos, los Castro y la chequera del ideólogo Chávez, trazarán la ruta a seguir del gobierno comprando la politiquería corrupta en beneficio de La Marcha Patriótica con Piedad a la cabeza y Roy Barreras como vocero oficial. Pero mucho cuidado deberán tener los camaradas de las FARC, puesto que el trasfuguismo ideológico y político, del camarada presidente, les puede tener alguna sorpresita guardada, o si no, que le pregunten a quienes votaron por él.
Antes de tomar partido en apoyar o rechazar esos diálogos, es saludable considerar las consecuencias que nos puedan traer.
Un mal arreglo agravaría la situación y podrá hacer renacer las inquietudes de los departamentos al occidente del río Magdalena, de un nuevo país, y así el centralismo bogotano y sus áulicos, la gran prensa hablada y escrita de la capital, puedan vivir a sus anchas, bajo el régimen Bolivariano.
Pensamos además que si los jefes guerrilleros, tendrán curul y libertad, el mismo derecho deben tener los Generales Del Rio y Ramírez, además del Coronel Plazas, y que los oficiales, suboficiales y soldados presos por actos del servicio, tengan las mismas garantías de los desmovilizados, y los desempleados no guerrilleros, iguales oportunidades de trabajo que se crearán para ellos.
Todos queremos la paz, pero sin que el remedio pueda ser peor que la enfermedad.
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