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Foto: ELE SPECTADOR
“No soy un indigente, vivo de lo que las personas botan a la calle, no robo ni consumo drogas, solo quiero sacar adelante a mi familia”.
Andrés uno más de los recicladores que trabajan en las calles de Bogotá, la falta de empleo, oportunidades y de una formación profesional llevó a este hombre a convertirse en un callejero que recorre el barrio el Rincón en el noroccidente de la Capital en la búsqueda de cartón, papel, vidrio y plástico. Andrés hace parte de los 12 millones de trabajadores informales de Colombia cifras tomadas de un pronunciamiento oficial del Gobierno.
Este hombre de piel morena, manos fuertes que dejan ver los 4 años en este oficio, con leves cortes en los dedos, y unas uñas sucias, negras, lastimadas se levanta de lunes a viernes a las 8 de la mañana para bañarse y salir con la carretilla que le regalo uno de sus hermanos y dirigirse hacia los barrios más cercanos del sector.
Giovanna es su mujer: "me enamoré de Andrés una vez que salía de la iglesia con mi hermana, me pareció tan chusco que de ahí en adelante volví cada domingo para encontrármelo, pero el bobo era demasiado tímido así que me tocó dar el primer paso, invitándolo a tomar Pony malta en la cafetería de la esquina". Andrés recuerda esos momentos con una sonrisa pero a la vez con cierta sorpresa porque nunca una mujer lo había invitado a nada.
Tras una relación de noviazgo de 2 años se fueron a vivir juntos en una casa de tres pisos en el barrio Corinto, el arriendo de su apartamento con alcoba, cocina y baño no superaba los $200.000 pero cuando nació Cindy su hija los gastos aumentaron y Andrés fue despedido de la empresa de colchones, tras pasar hojas de vida por incontables empresas, negocios y locales y no obtener respuesta se dedicó al reciclaje, oficio que lleva ejerciendo desde el 4 de agosto de 2008.
"Al inició fue difícil pero ya le cogí el tiro. Estoy muy agradecido con este trabajo, porque es independiente, después de recoger lo del dia voy hasta donde Lucho y él me compra todo el material para luego el venderlo a las empresas". Dice Andrés mientras observa a su hija jugar con una Barbie sin cabeza.
Hay días que Andrés trabaja fuertemente y alcanza a llevar a su casa hasta $20.000, pero hay otros en los que la suerte lo esquiva y tiene que empezar a buscar por otro lado dinero para sostener a su familia, como con Don Roberto el propietario de la verdulería del barrio, que en días de congestión contrata a Andrés para que descargue el camión de verduras y papas y los acomode en el local.
Andrés o “socio” como le dicen sus amigos transporta en su carretilla materiales reciclables que encuentra en la basura de sus vecinos, que le regalan en casas o en negocios, porque este hombre es popular en el barrio y conocen la precaria condición económica por la que está travesando.
Doña Vicky es una mujer de 47 años, vecina de Andrés: "lo conozco desde hace 2 años que llegué a este barrio y es una persona muy humilde y colaboradora, siempre que me ve llegar con bolsas pesadas me acompaña hasta la casa y yo le doy cualquier pesito".
Aún así Andrés mantiene viva la esperanza de conseguir una calidad de vida mejor, y espera comprar un taxi para lograrlo.
Por Luisa F. Gonzalez, colaboradora de Soyperiodista.com
Por Luisa F. Gonzalez, colaboradora de Soyperiodista.com | Elespectador.com
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- Vida de un reciclador
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