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Nacional |20 Mar 2011 - 6:11 pm
Postales de la infamia, explotación sexual infantil en Cartagena. (Segunda parte)
Dos extranjeros en líos
Por: Laura Ardila Arrieta
El mal recuerdo que deja el paso de un italiano y un inglés por la ciudad, desde la mirada de dos de sus víctimas.
Panorama sobre esta situación en la ciudad amurallada.
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Nota |
Los niños con precioUna década en Cartagena
Primer extranjero condenado en Colombia por delitos sexuales.
A pesar de que el sentenciado fue él, la condenada parece ser ella. Lourdes Torres Tovar tiene 47 años, pero luce como de 100. Con sus 42 kilos de peso, su escasez de dientes y el cabello rizado sin peinar podría pasar perfectamente por una reclusa que espera su turno en la silla eléctrica. O por una náufraga recién aparecida. La suya es la imagen misma de la desgracia: una calle destapada, un viejo rancho, una silla plástica en la puerta y ella ahí, impasible, al lado de un puesto de dulces, como esperando.
En realidad, la mujer no espera nada. Ya no tiene nada que esperar. Acaso que le escuchen su historia, la historia de la desventura que no tiene que ver con la miseria que la rodea. Que le escuchen que ella era una matrona más en las barriadas de Cartagena de Indias, una mulatona caribeña que nació para parir y criar a los hijos, feliz entre las carencias que incluyen la ausencia del marido. Que tuvo siete muchachos, uno detrás del otro, que pronto empezaron a reproducirse y a llenarla de nietos. Que todos los diciembres sacaban unos bafles gigantes a la puerta de la casa, llamados picós por estas tierras, para llenar de música toda la calle, todo el barrio. Que hubo un tiempo en el que estuvo viva.
Un tiempo que duró exactamente hasta la mañana del 22 de febrero de 2009, cuando una de sus hijas llegó a la vivienda con la noticia. Antes de dársela, le sobó el pecho con cariño:
— Mami, el Negro está muerto.
Todavía, las noches en las que no puede dormir, Lourdes repasa el expediente del caso, un mamotreto que le prestó el abogado que la defendió:
El Negro se llamaba Yesid Torres, era uno de los dos varones del hogar y murió cuando le faltaban seis días para cumplir los 16 años. Muerte violenta, dictaminó el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses. El Negro llevaba dos años trabajando, de lunes a domingos, menos los sábados, en casa de Paolo Pravisani (en el barrio Crespo, un sector opuesto a la barriada del niño), un ingeniero de aviación del norte de Italia que había arribado a la ciudad hacía una década. Barría, trapeaba y limpiaba los vidrios y las piscinas, creía su mamá. Ganaba $40 mil por semana. Apenas horas después de su fallecimiento, la Fiscalía descubrió otra cosa.
Él me tenía engañada y también la sobrina del marido mío, Hilda Rosa, quien fue la que lo llevó a trabajar allá. Me decían que él sacaba la basura y hacía mandados. También que cocinaba, porque todos mis hijos saben cocinar. Hasta la de 12 años sabe hacer un arroz. El señor Paolo le enseñó cómo le gustaban las pastas y el ‘Negro’ me enseñó a mí a hacerlas así.
Prosigue el expediente que Lourdes casi se sabe de memoria: A Paolo Pravisani se le investigó por pornografía infantil, estímulo a la prostitución, acto sexual con menor de 14 años y posesión de droga. No pudo ser acusado de homicidio debido a que Medicina Legal no ha determinado aún la causa de la muerte de Yesid. La pena está en firme desde diciembre pasado y se considera histórica, pues se trata del primer extranjero condenado en el país por delitos sexuales: 15 años.
También están las fotos: el Negro teniendo sexo con muchachas mayores que él, con muchachas menores que él, con Hilda, la sobrina del marido de Lourdes (condenada a 10 años en el mismo caso); con Pravisani. El Negro solo, el Negro desnudo, el Negro, desconocido para su mamá.
Pravisani, quien antes de ser apresado amenazó a los policías: “¡Voy a hacer que ningún italiano vuelva a este país!”, paga su pena en la cárcel de Ternera, en la ciudad. El populoso y calientísimo barrio Olaya Herrera es la prisión de la mujer que dice estar esperando únicamente que le compren sus dulces. La venta ha estado mala.
Brailsford, Inglés, 64 años
Llegó a vivir a Cartagena en 2001
Investigado por delitos sexuales con niños
Me pareció interesante porque era extranjero y tú sabes que a nosotras los extranjeros nos llaman la atención…
No es una historia de amor del otro mundo: ella tomaba cervezas con un par de amigos en un estadero, él se acercó y la invitó a charlar, ella se negó al principio, se hizo la difícil. Él insistió. Coincidieron a la salida del lugar. Ella sonrió. Él supo que ya no había barreras.
Él propuso una relación abierta, “como funciona en Europa”, le explicó, y ella —37 años, tres hijos, una separación— aceptó encantada. Pero pronto se vieron involucrados en un noviazgo serio, prácticamente viviendo juntos, y él propuso lo entonces impensable:
— Cásate conmigo.
— No. Si me caso, lo hago con un hombre que ame. Yo te quiero, pero no te amo.
— Muy mal porque en esta ciudad todas quisieran casarse con un extranjero.
* * *
Cingry Janeth Martínez Ramírez es bogotana, pero fue criada entre Cali y Medellín. Desde hace ocho años reside en el barrio San José de los Campanos de Cartagena, en el suroccidente de la ciudad, en donde atiende un negocio de venta de licores y termina de criar a sus hijos de 17, 18 y 21 años. Hoy calza tacones altos, viste un jean azul claro con cinturón plateado, gafas oscuras en la cabeza y, del brazo, un novio joven de arete, camiseta pegada y moto. Acaba de llegar a la sede de la fundación suiza, Tierra de Hombres, en el Centro Histórico de la ciudad, la única Organización No Gubernamental que, además de tratar de prevenir, representa jurídicamente a las víctimas de la explotación sexual infantil. Quiere entregar más pruebas contra su exmarido Paul Anthony Brailsford.
A veces pienso que de pronto le he podido dar una oportunidad y decirle que no hiciera eso porque él tiene su vida dañada y eso me da tristeza. Todos tenemos derecho a una oportunidad. Él dice ahora que no sabía que eso era ilegal, que las mamás aceptaban que las niñas fueran a su casa y que una de ellas, cuando creciera, se iba a casar con él.
En su pésimo español, Brailsford siempre le dijo a su mujer colombiana que era un turista más y que vivía de viajar a Estados Unidos a trabajar ilegalmente. Tres meses acá, tres meses allá. Acá tenía en el barrio de estrato medio Santa Mónica un apartamento en renta, que de tanto en tanto destrozaba por cuenta de los ataques de ira que terminaron por espantar a Cingry Janeth. Al principio destrozaba el apartamento, después la destrozaba a ella.
Cuando la mujer huyó a Cali, desesperada luego de innumerables y estériles denuncias por maltrato, el hombre le prometió cambiar si aceptaba regresar a su lado. Con tal de sacarlo de la ciudad, ella le contrapropuso: volvería a Cartagena siempre y cuando él se mudara a la vecina Santa Marta y después vería si lo intentaban nuevamente.
Para entonces, a Cingry Janeth ya le habían contado que a la casa que compartió con Brailsford entraban muchachitas, “pelaítas, de 15, de 16”. El cuento se lo repitió un amigo que visitó en Santa Marta a su exmarido. Ese mismo amigo se encontró un día una memoria USB que se le salió del bolsillo a su anfitrión cuando caminaban por la playa. Contenía fotos y videos. Fue ella quien puso la denuncia. A los tres días, hace un mes, el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) lo capturó. Se declaró inocente.
Para el recuerdo, para el mal recuerdo, quedan las postales de la infamia: dos hermanitas, de 12 y 14 años, teniendo sexo oral entre ellas. Brailsford con cuchillo y tenedor en mano frente al cuerpo desnudo de otra chiquita. ¿Para qué contar más?
Sólo que está preso en la cárcel de Ternera, en Cartagena, en donde también está el italiano Pravisani, acaso sean vecinos de celda y conversen por las noches. Y que la fiscal que atiende el caso desde Santa Marta ha dicho que lo quiere llevar hasta las últimas consecuencias. Que se rumora algo sobre una red internacional de pornografía infantil. Que Cingry está ahora más tranquila. Mucho más tranquila.
Desmantelan la mayor red de pornografía infantil del mundo
En el mayor caso de este tipo que haya manejado la Policía Europea (Europol), esta semana fue desmantelada una red internacional de pornografía infantil que operaba en internet. 184 sospechosos fueron detenidos y 230 niños víctimas identificados. “Puedo confirmar que es una de las operaciones más exitosas realizadas en los últimos años contra lo que es probablemente la mayor red de pedofilia vía internet del mundo”, dijo el responsable de Europol sobre la denominada ‘Operación salvamento’, cuya investigación se inició hace tres años. Las autoridades reconocieron 670 sospechosos más, aunque se cree que del entramado delictivo formaban parte unas 70 mil personas repartidas por todo el mundo. Los sospechosos participaban en un foro del portal ‘boylover.net’, que pretendía promover las relaciones sexuales entre adultos y jóvenes. “Muchos participantes, que se pusieron en contacto en el sitio web, empezaron a utilizar varios canales privados, tales como el correo electrónico, para intercambiar y compartir fotografías”, explicó Peter Davies, responsable del Centro de Protección de Internet y Explotación de los Niños en el Reino Unido. Entre los detenidos se encuentran un hombre de 84 años y una mujer. Otro presunto implicado, que fue arrestado en España, trabajaba con niños en los campamentos de verano y se le acusa de haber abusado de más de 100 jóvenes en los últimos cinco años.
lardila@elespectador.com
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