miércoles, 25 de julio de 2012

ASPECTOS PSICOSOCIALES A CONSIDERAR POR LOS JUECES DE PAZ PARA EL MANEJO DE LOS CONFLICTOS.

Enlace Programado por Gabriel Alberto Restrepo Sotelo es LINTERNA ROJA EN Google, Yahoo y Facebook .-.

Comentario del Director:
Lo que todos los ciudadanos  de Pereira y de Colombia debemos de saber respecto de la operatividad de los Jueces de Paz.
Fuente: [PDF] 

Cartilla Juez de Paz - Procuraduría General de la Nación

www.procuraduria.gov.co/portal/media/file/.../cartilla_juezdepaz.pdf
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El papel de los Jueces de Paz en los procesos de reinserción y derechos de .....Generalidades sobre los beneficios a los desmovilizados individuales y ..... violencia estructural, caracterizado por viola.... Así lo ha entendido la jurisprudencia de la Corte Constitucional, al ..... su parte, los Jueces de Paz han debido aten- ...
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ALCALDIA DE PEREIRA
Secretaria de Desarrollo Social y Politico
Modulos Informativos
ALEXANDER GRANADOS
Secretario.



Aspectos psicosociales a considerar por
los Jueces de Paz para el manejo de los
conflictos



Capítulo II
Aspectos psicosociales a considerar por
los Jueces de Paz para el manejo de los
conflictos
Si el hoy no fuera un camino tan sin fin
Si esta noche no fuera un sendero tan tortuoso
Si mañana no estuviera tan distante
Entonces la soledad no significaría nada.
No puedo ver mi reflejo en las aguas
No puedo producir sonidos que no muestren dolor
No puedo escuchar el eco de mis pisadas
Ni recordar el sonido de mi propio nombre.
Bob Dylan, El mañana está lejano
II.1. Introducción
Iniciar una reflexión sobre los efectos
psicosociales derivados del conflicto sociopolítico en Colombia y el papel de los Jueces de
Paz en la atención de las víctimas del mismo,
deriva en una tarea que trasciende en la consideración del ejercicio de la ciudadanía y en
la búsqueda y compromiso de todos en la
construcción de una cultura de la paz, en medio de una situación francamente conflictiva,
que no solo compromete el funcionamiento
social de los sujetos, sino que además implica
contemplar las frustraciones, limitaciones y
pérdidas de sentidos, considerando no solo la
violencia estructural, sino la violencia simbó-
lica, siendo esta última la que determina la
complejidad del abordaje del tema de la mediación, conciliación y en consecuencia la reconciliación.
Lo anterior nos remite a revisar entonces los
aspectos psicosociales implícitos en el marco
del conflicto, desde una perspectiva tanto individual como colectiva, y su abordaje o intervención desde una mirada mediadora,
ejercida por el Juez de Paz, el cual a su vez, se
inscribe en una serie de limitaciones y tensiones sociales y psicológicas que lo colocan también en lugar de riesgo desde su estabilidad
emocional. En tanto se convierten en los receptores directos del dolor e insatisfacción
de las víctimas los Jueces de Paz cuentan con
unas herramientas psicológicas mínimas, tan-



to para acompañar procesos de duelo como
para lograr asimilar y reconocer que su abordaje tiene límites, en tanto no pueden asumir
solos la búsqueda de soluciones, sino que están inmersos en medio de una serie de circunstancias que limitan su filantropía y que les
derivan a su vez en frustración, al no poder
responder a las demandas de los usuarios.
En este orden de ideas, este capítulo se centrará de manera general en la revisión, por
una parte, de los efectos psicosociales del
conflicto sociopolítico, en el ámbito individual y colectivo, y por la otra en la consideración de mecanismos o habilidades que
pudiesen coadyuvar al Juez de Paz en su intervención, entendiendo que éste requiere
también de herramientas de autocuidado
para ejercer su acción sin afectarse, de tal
manera que se sienta conciente o inconcientemente responsable de hallar las respuestas acertadas.
II.2. Consideraciones generales de
la salud mental y su relación con
lo psicosocial
Reconocer y considerar al ser humano, constituido por un mundo de complejidades y contradicciones, que tienen su origen en su
formación infantil y que se desarrollan, potencian o debilitan en la interacción con el entorno y las exigencias del mismo, refiere
explícitamente la emergencia de reconocernos como seres vulnerables al interior de un
contexto conflictivo; sujetos a circunstancias
que aunque parezcan ajenas, hacen parte de
nuestra cotidianidad y por ende nos demandan asumir una postura responsable como
actores sociales.
En este sentido hablar de psicosocial, implica
reconocer que existe una relación directa entre los componentes psicológicos de cada persona y las condiciones sociales en la que se
encuentra inmersa. Las sociedades las constituyen las personas y éstas tienen sus propias
historias de vida, y desde ahí se tejen los sentidos que las orientan.
Es así como se constituyen tensiones y contradicciones entre las experiencias individuales y las circunstancias sociales.
Cuando se valora la forma subjetiva en que
las personas asumen su vida y se logra establecer la relación de esta manera de ser y
hacer en el mundo con las formas de relacionarse con el resto de la sociedad, se puede
entender el fenómeno social y comprender la
importancia de ser objetivo. Es decir, situarse
en los límites de la experiencia personal previa y la demanda social de reincorporación y
posibilidad de asumir mejores espacios de convivencia.
II.2.1. Concepto y criterios de salud
mental y su relación con la situación de
la víctima
En primera instancia, es necesario comprender que el concepto de salud mental, no se
reduce al tema de la salud y la enfermedad
como tal, se habla por un lado de salud mental y por otro de enfermedad mental. Es así
como hablar de salud mental conlleva al concepto de bienestar, “bien” estar”, es decir, referimos salud mental a todo aquello que
constituye el equilibrio de las personas,
interactuando con los contextos; se consideran entonces varias visiones en este sentido:



psicológicas, sociales, políticas, económicas y
culturales, las cuales se interrelacionan permanente y simultáneamente y dependiendo
del equilibrio que se logre en esta interrelación
y el mundo personal, será la salud mental de
la persona y en consecuencia de la sociedad.
Lo anterior nos permite hacer una aproximación a la situación de la salud mental de una
sociedad inscrita en el marco del conflicto y
la inequidad social. Se propone, entonces, situar al ser humano como un ser de carácter
biopsicosocial, el cual se constituye como sujeto de necesidades biológicas, psicológicas y
sociales, así:
II.2.1.1. Necesidades biológicas:
Se refieren explícitamente a: oxígeno, temperatura adecuada, agua, alimento, vivienda. Necesidades fundamentales para la supervivencia,
lo que significa que si el ser humano no las
suple, muere. Aterrizando un poco lo anterior a la vida cotidiana, podríamos establecer
una complementación de las necesidades mencionadas y su relación con la satisfacción de
las necesidades básicas, lo cual significa capacidad de supervivencia de las personas, sin desconocer las oportunidades o limitaciones que
el entorno le ofrece para tal efecto.
II.2.1.2. Necesidades psicológicas:
Hacen referencia a la formación de la confianza básica, la cual se constituye en los primeros años. Esta confianza incluye necesidades
de seguridad, contención, protección, autoestima, autoimagen, amor, afecto, aceptación,
entre otras. Vale puntualizar que las experiencias referidas en los primeros años a las relaciones derivadas y construidas por el ámbito
familiar, particularmente la relación madre –
hijo, son las que de alguna manera determinan gran parte de la capacidad de fortaleza
interior en las personas y/o en su defecto, la
debilidad interior para resolver conflictos
posteriores. Por ejemplo: si un sujeto ha tenido una experiencia satisfactoria en la relación
con su madre, quien es la encargada de suplir
estas necesidades en los primeros años, se
desarrollará con mayor convicción y seguridad respecto a sus sentimientos de validez
como ser humano. Si por el contrario, la persona trae desde su historia personal una relación de maltrato e insatisfacción, su capacidad
de valorarse a sí mismo y de enfrentar el
mundo se verá debilitada a la hora de enfrentar futuros conflictos.
II.2.1.3. Necesidades sociales:
Son el reconocimiento, oportunidades, producción, realización, sentido de pertenencia,
amor, afecto, aceptación, vínculos, acceso a
oportunidades sociales.
En este sentido y en la medida en que el sujeto ha logrado niveles básicos de seguridad
en sus necesidades psicológicas, su manera
de asumir la realidad se potenciará a partir
de un “yo” fuerte, es decir de una aceptable
capacidad para afrontar las desavenencias de
la vida.
En este orden de ideas podemos entender, que
si el sujeto ha sido vulnerado en cualquiera
de estas necesidades, o en todas, en alguna
etapa de su vida, está expuesto a niveles distintos de funcionamiento, los cuales requieren de acompañamientos puntuales, partiendo



del reconocimiento de la circunstancia subjetiva del sujeto y de la demanda social actual.
Lo anterior nos plantea un panorama general,
acerca de las circunstancias en que se inscribe un sujeto al cual se le han vulnerado sus
derechos y por ende no encuentra en su contexto la manera de resolver sus necesidades
como ser biopsicosocial.
Podríamos entonces considerar que las personas vulneradas en sus necesidades biopsicosociales, pueden presentar lo que se
denominaría una disfunción psicosocial, la cual
refiere una alteración en el funcionamiento
global del individuo, que le impide desarrollarse y realizarse en su contexto de la manera esperada.
Las víctimas del conflicto sociopolítico están
vulneradas en sus capacidades psicológicas y
sociales, lo cual les impide hacerle frente de
manera adulta a su situación. En este punto,
vale la pena mencionar la responsabilidad que
tendría la comunidad para acompañar y apoyar a las víctimas en tanto ella no ha sido afectada de manera directa. Por ejemplo, pedirle
a una persona que ha sido violentada en sus
derechos y que ha perdido el norte de su vida,
que responda y rehaga su proyecto vital, como
lo haría otra persona que no ha sido víctima
directa de la violencia sociopolítica sería absurdo, pues sus condiciones psicosociales se
lo impiden.
He aquí una de las tensiones y limitaciones
más fuertes del problema, por un lado la capacidad de la persona de construir o reconstruir su destino individual y/o colectivo
después de haber sufrido situaciones de alta
vulnerabilidad. Por otro lado, los efectos
psicosociales derivados de procesos violentos limitan y reducen estas capacidades, lo cual
demanda acciones juiciosas, responsables y de
un especial acompañamiento tanto humano
como profesional.
Otra de las tensiones y contradicciones a considerar es la que nos remite, por un lado, a
pensar y pensarse desde la vulnerabilidad propia del ser humano que se inscribe en territorios de conflictos, intolerancia, violaciones
a los derechos humanos, frustraciones y demandas de calidad de vida, y por otro a apostarle a generar espacios que promuevan la
armonía social y permitan potenciar la salud
y el bienestar, por encima de la dificultad y la
desesperanza.
II.2.2. Criterios de salud mental
Al interior de la psicología existe una teoría llamada “psicodinámica”, la cual explica
la complejidad del funcionamiento psíquico
de las personas, estableciendo la relación
permanente y dinámica de factores tanto
internos como externos, conscientes e
inconscientes en los sujetos, los cuales
interactúan simultánea y permanentemente, constituyendo de esta forma el funcionamiento global de la personalidad. Es decir; la psicología dinámica es el estudio de
la interrelación funcional que existe entre
nuestras motivaciones conscientes y los impulsos y deseos inconscientes. En otras
palabras la dinámica intenta establecer una
correlación entre lo que habitualmente llamamos racional, y las fuerzas de nuestro
interior las cuales denominamos irracionales. (consciente / inconsciente).



En el marco de esta teoría, encontramos algunos criterios a considerar en la concepción
del sujeto “sano mentalmente”. Estos criterios hacen referencia entre otras, a la madurez psicológica de los sujetos, lo cual hace
imprescindible su consideración al momento
de evaluar el grado de salud mental en los
mismos. A continuación se desarrollan algunos de ellos.
II.2.2.1. Capacidad de amar
Se entiende por esto, la capacidad de valorarse a sí mismo, reconocerse como ser valioso
y de esta manera proyectar ese valor a los
demás, tener consideración por las circunstancias de los demás. Reconocer en el otro la
importancia de su ser y establecer relaciones
adecuadas con los demás. Específicamente se
refiere a “la capacidad de establecer relaciones afectuosas con otras personas”
15
. Esta capacidad se identifica mediante “la disposición
que existe por parte del individuo para hacer
lo que sea mejor para la persona amada, a
pesar de que la acción de que se trate sea
causa temporal de cierto grado de disgusto
para el que la emprende”
16
.
II.2.2.2. Capacidad de trabajar
productivamente
Esta capacidad no se refiere exclusivamente
al tema del empleo, sino que trasciende a la
importancia de ser productivo en todos los
sentidos, ser capaz de ejercer acciones productivas en beneficio de sí mismo y de los
demás. “El individuo trabaja no porque se vea
compulsivamente obligado a hacerlo, ni tampoco como medio de satisfacer su orgullo, sino
como una inclinación natural, en la que se tienen en cuenta los beneficios reales que repercuten en el bienestar propio, y en el de las
otras personas que lo rodean”
17
.
II.2.2.3. Capacidad de aprender de la
experiencia
Sugiere la capacidad de asumir las vivencias
como potencialmente modificables y con una
carga importante de riqueza, en tanto se
aprende a discriminar lo que se quiere y lo
que no se quiere, tendiendo a la búsqueda de
situaciones de mayor bienestar. Implica permanente construcción y reconstrucción de su
destino personal desde el aprendizaje previo.
II.2.2.4. Capacidad de realizar un examen
minucioso de la realidad
Tiene que ver con la necesidad de desarrollar
la habilidad para discriminar la realidad interna de la externa. Esto implica: 1) la capacidad
de determinar los factores reales de la situación de tal manera que no haya influencia de
sus propios deseos y temores -tarea difícil para
cualquier sujeto, considerando el nivel de
madurez del mismo; 2) observar objetivamente las circunstancias y diferenciarlas de sus vivencias interiores; 3) establecer la diferencia
entre lo propio y lo ajeno; 4) identificar lo
que se tiene y lo que no se tiene, y la pertinencia de su acción en el entorno, y por último; 5) reconocer la naturaleza humana y las
circunstancias del entorno. Es así como:
15
HOFLING (1977): Tratado de Psiquiatría. Segunda edición. México: Editorial interamericana.
16
HOFLING (1977).
17
HOFLING (1977)



“Si nos observamos a nosotros mismos y la
situación en que nos encontramos de una manera realista, podremos con frecuencia tomar
una decisión constructiva a largo plazo, aun
cuando esta decisión signifique temporalmente
cierto grado de incomodidad. Por otra parte
si los temores y los deseos no realistas sirven
de obstáculo a los puntos de vista del individuo, tal decisión es imposible”
18
.
II.2.2.5. Capacidad de satisfacer sus
necesidades básicas
Se refiere a la capacidad, inherente al ser humano, para generar procesos creativos de supervivencia, pese a las dificultades inscritas en
el entorno. Capacidad de enfrentar sus propias limitaciones y de hallar mecanismos de
acción en búsqueda de la satisfacción de estas necesidades.
Una vez referidas estas capacidades podemos
concluir que una de las tensiones más relevantes en la consideración de los procesos
de inclusión y ayuda a las víctimas del conflicto, en tanto revisamos los criterios anteriores que se postulan desde lo individual, y los
traducimos al contexto social, es claramente
la vulnerabilidad y limitación de la población
afectada, dado que estas capacidades se ven
claramente disminuidas por su condición.
II.2.3. Efectos psicosociales
Las personas cuando han sido expuestas a situaciones de alta vulnerabilidad, tienden a asumir comportamientos de carácter infantil, en
el sentido que se sienten disminuidas, desprotegidas y atemorizadas, y en consecuencia, de
manera inconciente y como defensa ante la
realidad, tienden a regresarse a etapas tempranas del desarrollo. Es decir, demandan atención,
contención y orientación, con la esperanza de
que alguien les ubique y los ayude a sentirse
seguros y a recuperar la confianza en sí mismos y en la sociedad, ya que no han logrado
elaborar el trauma y su desorientación les impide encontrar salidas acertadas.
En este sentido, podemos revisar algunos
parámetros del funcionamiento infantil con
respecto al adulto, lo cual resulta pertinente
en tanto al hallarnos frente a una persona
que ha sido vulnerada en sus necesidades, logremos comprender que su funcionamiento
corresponde más a respuestas infantiles que
adultas, debido a su condición de vulnerabilidad y de esta manera apostarle a apoyar y
potenciar su capacidad de funcionamiento
adulto.
Funcionamiento infantil:
• El sentido de lo moral responde al tema
de lo bueno o malo; se limita al sentido del
premio o del castigo. Actúa por culpa o temor, y elabora juicios críticos excluyentes
dominados por el deber ser.
• El pensamiento responde a un proceso primario (principio de placer) y no diferencia
la fantasía de la realidad.
• Busca ganancias secundarias, es decir, que
al hallar ciertos beneficios derivados de su
condición de víctima, puede desarrollar
comportamientos viciados y/o manipulado-
18
HOFLING (1977).



res, en tanto identifica a nivel consciente o
inconsciente, que el mantener dicha imagen y posición le garantiza la continuidad
de los beneficios que recibe, sin asumir
esfuerzos personales.
• Pasiones infantiles: tiene sentimientos de
odio y culpa. Estos sentimientos pueden
conllevar al riesgo de convertirse en victimario, como fantasía de venganza y así resolver su sentimiento de humillación.
Funcionamiento adulto:
• El sentido de lo moral responde a la libre
determinación enmarcada en la comprensión y en la autodeterminación.
• El pensamiento responde a un proceso secundario (principio de realidad).
• Reconoce el poder del saber lo que se es.
• Reconoce la naturaleza del ser humano y
logra objetivar la realidad.
• Respeto por la diferencia en el terreno de
la equidad.
Pretender que los sujetos que han sido violentados y desarraigados de sí mismos y de
su contexto, asuman posturas objetivas, realistas, comprensivas sin antes abordar su situación de manera integral
19
,  entre otras,
resulta complejo, en tanto se juega con la anulación de su realidad y la negación de las
implicaciones internas y externas.
El impacto psicológico de la violencia deja
huellas imborrables en la mente, lo que se
complejiza con la demanda de reconstruirse
a sí mismo, resignificar territorios, adaptarse
a nuevos estilos de vida con la incertidumbre del futuro y la pérdida del pasado y el
presente, esto en la mente de los sujetos adquiere tal conflicto que paraliza, o genera
posturas impredecibles, además de la desolación que produce la espera de que alguien
responda por los daños, explicaciones y respuestas que no llegan y se convierten en piedra en el zapato para avanzar en el proceso
de elaboración del duelo y recuperación. En
el acápite siguiente estudiaremos el proceso
del duelo.
II.2.4. Duelo
El duelo es la respuesta normal y natural a
una pérdida o separación. Como su nombre
lo indica, el duelo sugiere dolor, se duele el
alma por aquello que se ha perdido, no necesariamente se refiere pérdidas de seres queridos, sino también a pérdidas simbólicas,
espacios, territorios, estilos de vida, incluso
etapas vitales en el proceso del desarrollo, pérdidas materiales, es decir, que tampoco se limita a la muerte misma, sino que incluye
separaciones, abandonos tanto de personas
como de espacios que han adquirido un valor
simbólico importante en las personas.
El duelo, entonces, se inscribe como algo permanente en la vida en tanto el ser humano
desde su nacimiento está expuesto a ganancias y pérdidas inherentes al proceso vital de
las personas y a un permanente acercamien-
19
Lo cual implica ayuda psicológica, satisfacción de necesidades básicas y
devolución de su lugar simbólico y real en el mundo.



to a la realidad de la naturaleza humana y de
las pasiones, los odios, los abandonos e incluso la impotencia ante los hechos; es reconocer que aunque no hemos sido responsables
de ciertas circunstancias debemos asumir sus
efectos y perder, aun considerando que no se
merece tal situación. Enfrentar que estamos
abocados a asumir pérdidas inevitables.
El proceso de elaboración del duelo implica,
entonces, asumir el dolor, verlo, llorarlo y
expresarlo de manera tal que podamos liberar en algo la carga emocional contenida por
la frustración de la pérdida. Implica por tanto
el renunciar a aquello que ya no está y asumir
que definitivamente habrá que seguir adelante sin la presencia del objeto perdido. Por otra
parte, el duelo también tiene una connotación
de “labor”, la acual implica un trabajo, está
referido a la aceptación de la nueva realidad.
En este sentido, valdría la pena considerar que
el acompañamiento en la elaboración del duelo
debería desarrollarse por profesionales especializados. Sin embargo, y partiendo de las condiciones reales como se está abordando la
situación en nuestro medio, en donde las víctimas no tienen un acceso real y permanente
a espacios terapéuticos de calidad, se plantean
algunas consideraciones importantes a contemplar en los procesos de elaboración del
duelo y sus fases.
Reconocer el dolor, e intentar vivirlo, es expresión de salud mental. El dolor hace parte
de la vida y es imposible evitarlo, la actitud
sana indica la capacidad de enfrentarlo y sacarle provecho. Por tal motivo, el Juez de Paz
que quiera ayudar a la persona en sus procesos de elaboración de duelo, necesita:
• Conocer el proceso que sigue el doliente.
• Tener experiencias vitales de contacto con
el sufrimiento humano, sensibilidad social,
conocimiento claro sobre el significado de
“naturaleza humana”.
• Desear contener: es decir, asumir el reto
de recibir el dolor ajeno y en consecuencia, establecer un proceso de acompañamiento orientado hacia la superación del
mismo.
• Haber reflexionado sobre su propia muerte.
• Reconocerse también como potencial víctima o victimario.
II.2.4.1. Fases del duelo
II.2.4.1.1. Fase I. Shock
En esta fase inicial, el individuo experimenta
una especie de insensibilidad disfrazada, generada por un estado de estupefacción, aún
no asimila lo sucedido y no comprende la
magnitud de la situación, la emergencia del
manejo de pérdida no le permite percibir con
claridad lo que está aconteciendo.
Algunas de las características del comportamiento en esta fase, son:
Estar distraído, aturdido, paralizado, desesperado, resentido, con sentimientos de rabia
hacia el entorno y los demás, sentimientos
de pérdida de oportunidades, no tener visión de futuro, inseguridad frente a la toma
de decisiones. Su comportamiento podría
interpretarse a veces como “de serenidad”,



pero el doliente se desmorona en cuanto se
da cuenta de la realidad.
La persona se protege a través de la presencia del mecanismo de la negación e incredulidad del hecho, es decir, “esto no me puede
estar pasando a mí”, “no puede ser cierto”,
existe la fantasía de que todo volverá a la
normalidad.
Es importante señalarle al sujeto esta situación de parálisis frente a la situación, para
ayudarle a la elaboración del duelo, permitiéndole hablar de ello y expresar los sentimientos derivados del mismo, promover en
el sujeto la expresión de rabia, confusión, desesperanza y/o temor. Es así como las emociones que se sienten, al ser expresadas,
ayudan a emerger frustraciones. Hablar del
hecho y llorar alivia y hace que se compartan sentimientos con otros. El identificar estas emociones: “estoy triste, estoy furioso,
estoy dolido”, desahoga y sirve de cauce para
que las penas fluyan y se logre avanzar a la
fase de aceptación.
II.2.4.1.2. Fase II. Culpa
La persona tiene tendencias de autocastigo
y autorrecriminación, es decir, asuntos que
la persona siente que debía hacer y que no
hizo, o que no debió hacer, decisiones que
piensa no se tomaron a tiempo o nunca se
debieron haber tomado.
Algunas características del comportamiento
en esta fase son:
La depresión y abandono, sentimiento de desolación, que se resume en la sensación de
“nadie ha sufrido un trauma tan tortuoso
como el mío”. Igualmente se tienen sentimientos de pérdida de autoestima, alteraciones del apetito, insomnio, aislamiento social,
angustia y stress, el doliente se vuelve físicamente más vulnerable. Aparecen problemas
de salud.
La intensidad con que se presente todo lo
anterior, depende en gran medida de la forma y capacidad de asimilación particular en
cada sujeto y de la manera asertiva como se
logre acompañar y facilitar su reintegración
a la realidad. El entender la causa de todos
estos “síntomas” puede ayudar a trabajar la
pérdida.
II.2.4.1.3. Fase III. Afirmación de la realidad y
recuperación
En esta fase se van atenuando lentamente los
vínculos emocionales con el objeto perdido.
Las características del comportamiento en
esta fase son:
El individuo reconstruye las expectativas de
nuevos estilos de vida, reencuentro consigo
mismo y sus aspiraciones, esperanza a pesar
de lo perdido, recuperación del sentido de sí
mismo, aceptación de la pérdida, reconocimiento de la realidad. Estos sentimientos permiten el crecimiento a partir de la experiencia.
II.3. Conflicto y mecanismos de
defensa
La dinámica de la personalidad está constituida, por un lado, por las interacciones entre
los conflictos y los motivos, y la forma particular en que cada persona se ajusta a tales



conflictos, y por otro lado, por la expresión
de su comportamiento a través de rasgos,
aptitudes, motivos y actitudes.
Los motivos se refieren a los impulsos, es decir
a la fuerza que motiva las acciones. Los conflictos son esas fuerzas encontradas. Es decir
la oposición de intereses entre el principio
de placer y el principio de realidad. Esta oposición o contradicción de intereses y la emergencia de dar soluciones adaptativas a los
mismos, genera estados relacionados con angustia, ansiedad, temor, agresividad entre otros.
Los mecanismos de adaptación o de defensa
se pueden definir como procedimientos inconscientes, de los cuales el “Yo” se vale para:
• Disminuir las tensiones generadas por los
conflictos.
• Manejar la ansiedad resultante del conflicto y sus repercusiones en la relación con
los demás.
• Disminuir las frustraciones.
• Preservar la autoestima
• Adaptarse a la realidad e incluso modificarla y hacerla más tolerable.
Es así como los mecanismos de defensa pretenden el ajuste, es decir la búsqueda del placer y la evitación del displacer.
El ajuste entonces, es la idea clave en ambos
aspectos de la dinámica de la personalidad. Al
aparecer contradicciones o conflictos, internos y externos simultáneamente, una persona puede desarrollar aprendizajes que le permitan establecer mejores relaciones con el
entorno y lograr objetivos o metas propuestas para su desarrollo integral, o encontrar
formas adaptativas para manejar la situación
a corto plazo. En este sentido el mecanismo
busca por el camino más corto evitar el sufrimiento, sin importar o considerar su efecto a
largo plazo.
II.3.1. Frustración y conflicto
El término frustración alude a toda interferencia con la obtención de los deseos o metas propuestas. De esta manera, es lógico
encontrar que en la realidad no todos los deseos, ideales o metas puedan lograrse en tanto existen limitantes internos o externos que
impiden que se den las cosas tal y como uno
las quisiera. Las fuerzas que se oponen a los
motivos o impulsos, y que entran en conflicto, se podrían resumir en: miedo, ansiedad,
culpabilidad y vergüenza, entre otros. La frustración se puede clasificar en términos generales en tres tipos:
Frustración ambiental: La imposibilidad de
lograr metas o satisfacer espectativas debido a circunstancias u obstáculos ambientales. Los obstáculos pueden ser físicos (dinero), o causados por las personas (autoridad,
padres, etc.).
Frustración personal: Se refiere a aquellas metas inalcanzables que terminan por
convertirse cada vez en fuentes intensas de
ansiedad y frustración, se relacionan directamente con aquellos objetivos, logros y/o
metas que se propone una persona, pero que
están fuera del alcance de sus capacidades.



(valoración de la realidad). El problema radica en que algunos sujetos poseen un nivel de
aspiraciones o imaginarios de desarrollo personal y/o colectivo muy altos y que sobrepasan sus posibilidades de realización.
Frustración conflictual: Es común que los
sujetos a lo largo de la vida se encuentren
con obstáculos ambientales y con metas
inalcanzables, no obstante la fuente fundamental de la frustración se inscribe en el
marco del conflicto motivacional, es decir,
conflicto de motivos. Por ejemplo, frente a
la ira o resentimiento por una situación
ambiental dada. La persona por un lado
quiere descargar su furia, y por otro lado
teme la desaprobación social. Este tipo de
conflicto es el causante de las mayores experiencias de frustración en los sujetos, lo
cual deriva en situaciones evidentes de ansiedad y malestar.
II.4. Implicaciones y efectos
psicosociales en los procesos de
restauración y adaptación
De manera concluyente, podemos aproximarnos a la situación de conflicto interno a la que
se aboca la población víctima de actos violentos y la contradicción que le desencadena la
búsqueda de procesos adaptativos en medio
del mismo.
Es importante tener en cuenta todo lo enunciado anteriormente para poder considerar
las implicaciones psicológicas derivadas de
manifestaciones situacionales, tanto individuales como colectivas, que afectan a los individuos que han sido vulnerados y violentados en sus derechos y que repercuten en
su funcionamiento global, particularmente
en los primeros períodos luego de un evento traumático.
Estos desequilibrios, ocasionados por la realidad externa, pueden generar desajustes en
la personalidad de los sujetos y alterar
significativamente la vida de las personas.
II.4.1. Causas comunes que pueden
desencadenar reacciones de tipo
situacional:
• Pérdida de familiares o seres queridos.
• Relaciones traumáticas con referentes de
autoridad.
• Encarcelamiento.
• Persecución política, racial o religiosa.
• Desastres colectivos: Ataques de guerra,
naturales.
• Tortura física o psicológica.
• Desplazamiento.
II.4.2. Tipos de reacciones situacionales:
II.4.2.1. Ámbito individual:
• Afecto depresivo: Desesperanza, tristeza.
• Humor ansioso: Ansiedad, nerviosismo, preocupación.
• Tendencia a violación de los derechos de
los demás.



• Enfrentamiento con las reglas y las normas
sociales: vandalismo, pandillismo.
• Inhibición en la vida escolar, laboral y /o
social.
• Aislamiento.
• Suicidio.
II.4.2.2. Ámbito colectivo:
Radicalización / Polarización:
Es importante mencionar en este punto la pertinencia de reconocer que las posiciones que
asumen los grupos poblacionales que se inscriben en estos procesos, (reinsertados,
desmovilizados, víctimas y comunidad) en general, tienden a asumir posiciones derivadas
de imaginarios o presupuestos sobre cada grupo, es decir, parten de preconceptos acerca
del otro, opiniones que si bien es cierto nacen de sus mismas posiciones y condiciones
políticas, culturales, sociales y económicas,
están de una u otra manera mediadas por la
percepción que se tiene de cada población,
percepción a su vez mediada por sus experiencias particulares, por sus ideologías, por
los medios de comunicación, por formas viciadas de comunicación –chismes-, entre otras.
Es decir, son posiciones que de una u otra
manera se instauran en el sentido común de
un colectivo, y permiten u obstaculizan los
procesos de pacificación y conciliación.
Estas posiciones de radicalización y polarización, derivan en formas inconscientes de
asumir y aceptar como normales aquellas
formas de convivencia que no resultan coherentes en la búsqueda de la cultura de la
paz, es decir, se inician procesos de legitimación de estilos violentos para la resolución
de conflictos y se asumen como naturales.
Es como si los grupos humanos validaran de
alguna forma aquello que rechazan, pero que
de alguna manera ya interiorizaron en sus
prácticas sociales cotidianas.
Las experiencias derivadas de actos o hechos
violentos, ya sean estos materiales o simbólicos, generan un ambiente de “encerramiento”,
bajo la fantasía de la protección de las amenazas conscientes o inconscientes derivadas de
la aceptación y convivencia con otro distinto,
del cual se tiene una opinión o preconcepto
justificado en el “deber ser” subjetivo y no
desde la discriminación objetiva de los hechos
en los contextos. La comunidad se piensa ya
construida y se aísla de lo que siente que no
le pertenece, fortaleciendo o impulsando una
cultura del individualismo. De esta manera se
plantea la necesidad de una comunidad tolerante e incluyente.
La comunidad está llamada a comprender que
el tema de la violencia y la exclusión no solo
se refiere a actos armados y acciones que
atentan en detrimento material, sino que
además la violencia se ejerce en lo cotidiano,
en lo que no se acepta con iguales derechos;
la comunidad debe comprender que para
apostarle a la convivencia pacifica debe aprender a negociar, concertar y coexistir con la
diferencia, y propender por la dignidad de sus
miembros.
De lo contrario estaría perpetuando actos
que supuestamente rechaza, pero que a su
vez los repite en su práctica cotidiana, con la



diferencia que no lo hace de manera evidente, pero sí implícita en su actitud frente al
otro; o, valida ciertas prácticas aduciendo su
derecho a defenderse de algo que teme y no
sabe como manejar.
En un clima de conflictividad social como el
mencionado puede llegarse a justificar la violación de los derechos humanos. Es decir, puede legitimarse el recurso de la violencia como
fin en sí mismo, o como mecanismo de poder
y control social a través de la guerra.
Dentro de los efectos psicológicos derivados de la radicalización y polarización social,
están:
• “Estrechamiento del campo perceptivo
(percepción estereotipada: “nosotrosellos”). Derivado de la opinión y/o el concepto o preconcepto.
• Fuerte carga emocional (aceptación y/o rechazo sin matices).
• Involucramiento personal (cualquier hecho
afecta a la persona).
• Quiebre del sentido común (posiciones rí-
gidas e intolerantes suplantan la discusión,
el diálogo o debate de posiciones diversas).
• Familias, escuela, iglesias, u otros espacios
sociales de convivencia son obligados a colocarse en alguno de los polos.
• Personas, grupos e instituciones sostienen las mismas actitudes de exclusión,
rigidez o enfrentamiento presentes en la
lucha política.
• La confrontación aumenta la “solidaridad y
cohesión” dentro de cada grupo, es decir,
al sentirse amenazado se genera un fortalecimiento interno que termina por
cohesionar negativamente al grupo.
• La percepción mutua es desfavorable”.
20
II.5. El Juez de Paz como mediador
desde la perspectiva psicosocial
El primer reto al que se enfrenta el Juez de
Paz en el abordaje de este tipo de situación,
consiste en mirarse a sí mismo y observar cuidadosamente su capacidad de actuar objetivamente y su fortaleza interior para manejar
el dolor ajeno, debe liberarse de su mirada
subjetiva la cual es inherente a su naturaleza
humana y establecer una adecuada mirada del
conflicto, la cual no estará basada en prejuicios, opiniones o preconceptos, de tal manera que no termine siendo afectado en su ser
al no poder incidir como él quisiera.
El segundo reto consiste en no asumir una
actitud “salvadora” sino conciliadora, discriminando con la mejor acertividad posible hasta
dónde puede intervenir en cada caso y cuándo debe considerar otras instancias de apoyo.
De esta manera podrá protegerse a sí mismo
de responsabilidades que no le son exclusivas
y evitar su propia frustración en el intento de
facilitar la ayuda pertinente.
Se sugiere la visión de la comprensión en el
tema del abordaje de los conflictos comuni-
20
LOZADA, Mireya (2002): “Conferencia” En: Violencia política y polarización social: desafíos y alternativas. Caracas: Centro de Estudios Latinoamericanos “Rómulo Gallegos” (CELARG).



tarios derivados de procesos de reinserción,
desmovilización y víctimas del conflicto armado, desde la perspectiva de los Derechos Humanos. Basarse en el tema de la “comprensión”
significa, entonces, comprender el drama en
la relación víctima-victimario desde una perspectiva distinta a la del usuario. El usuario posee una mirada parcializada y subjetiva
derivada de la no elaboración del trauma. En
este sentido, estaríamos hablando de la emergencia de una mirada adulta que comprenda
la realidad y la naturaleza humana y que logre
establecer una visión integral de la realidad.
Lo anterior implica, entre otras, el no juzgar,
no prejuzgar, no justificar y no generar identificaciones ni parcialidades con el usuario.
La posibilidad de asumir una posición de adulto frente al usuario le permitirá identificar con
claridad el problema y determinar sus posibilidades de abordaje, más desde lo educativo
que desde lo terapéutico.
La mirada corriente, la que se espera del usuario, es infantil. Está sometida a la vulnerabilidad y actúa de manera parcializada y confusa.
El Juez de Paz no puede tener una mirada corriente, debe desarrollar habilidades de comprensión desde la perspectiva adulta.
En este sentido se propende por romper el
fenómeno víctima – victimario, a través de la
objetivación de la realidad. Somos potencialmente víctimas y victimarios y quedarse en
alguno de los dos roles es una batalla inútil.
El proceso de acompañamiento y apoyo en el
papel de Juez de Paz como mediador, podría
orientarse al desarrollar y potenciar formas
adultas de resolver los conflictos, de esta manera se convierte en un facilitador adulto en
tanto que:
• Favorece el crecimiento y el desarrollo
infantil.
• Propicia la cultura ciudadana: es decir, favorece el camino a la adultez.
• Promueve la conciencia de que ejercerse
como víctima o victimario no resuelve la
situación.
• Acompaña al reconocimiento del potencial inscrito en cada sujeto, como insumo
fundamental para su capacidad de rehacer su vida.
• Ayuda a reconocer en el otro sus limitaciones y sus posibilidades y a orientar sus
acciones de manera que le resulten asertivas y productivas en su estabilidad interna y externa.
• Trabaja de forma transdisciplinaria. Es importante reconocer las posibilidades y límites que
se tienen para resolver problemas en los otros
y apoyarse en otras disciplinas pertinentes.
• Trabaja con la parte sana del individuo.
No se debe fomentar la cultura de la lástima, por el contrario se debe invitar al
otro a que reflexione sobre sus capacidades para resolver problemas a pesar de
las dificultades.
• Promueve en el sujeto la reflexión acerca
de que la justicia que siente injusta no la
resuelve tomándola por sus propias manos.



Los factores psicosociales y los impulsos son
igualmente importantes en todo proceso
adaptativo. El individuo sano posee la capacidad de equilibrar su mundo interno y externo, además de armonizar cada uno de sus
deseos y necesidades en un criterio social.
La comprensión ubica al Juez de Paz en un
nivel distinto al otro. En este sentido el Juez
de Paz se constituye en un “yo” auxiliar, es
decir, en una conciencia externa al individuo que está en el conflicto.
No obstante, es de igual pertinencia pensar
en el Juez de Paz desde una mirada que le
permita protegerse y autocuidarse, debido
a su exposición a situaciones que difícilmente podrá abordar sin la colaboración de
entes estatales reconocidos y creados para
tales fines; aquí nos hallamos frente a otra
tensión que se inscribe en su acción: por un
lado, es receptor del problema y dada su
sensibilidad social le apuesta a comprometerse a ayudar al usuario en todo lo que
considera está a su alcance, pero por otro,
no está preparado terapéuticamente para
acertar en orientaciones profundas que demandan tiempo, esto lo coloca en una situación de desgaste emocional, la cual debe
observar con cuidado para no involucrarse
de tal manera que su autoestima se vea
amenazada ante la imposibilidad de dar lo
que quisiera.
No se debe olvidar que esta tarea no es responsabilidad absoluta del Juez de Paz, es una
tarea que implica la participación, en primera
instancia, del Estado y las instituciones creadas para tales fines, y en segundo lugar, de
la sociedad civil. En este sentido el Juez de
Paz es un facilitador en la búsqueda de soluciones pero no debe involucrar su opinión
en las decisiones que tomen las partes que
acuden a él.
El Juez de Paz asume la democracia y la cultura de la paz como base de su intervención, y
las convierte en el norte su acción, comprende que el diálogo de saberes es parte de una
interpretación general de la existencia y de la
autonomía relativa del ser humano. Centra su
atención en la gestión de los conflictos de
manera no violenta y reconoce la diferencia
como derecho fundamental.
Por lo anterior, el Juez de Paz requiere de
competencias particulares para el ejercicio
de la mediación, entre ellas la capacidad
creativa, flexible e incluyente de la diversidad, la capacidad de reconocerse a sí
mismo como complejo y vulnerable, la capacidad de ver la realidad desde lo objetivo
y no desde lo parcial subjetivo. La capacidad para gestionar y coordinar con otros
estamentos o instituciones que trabajen
para el mismo fin.
II.5.1. Función social del Juez de Paz
El Juez de Paz es a su vez líder de la comunidad a la que se debe, y mediador de los conflictos derivados al interior de la misma y/o
producidos por factores externos que puedan afectar los intereses de ésta.
En este sentido encontramos que en su rol
de líder comunitario, puede verse abocado a
ciertas ventajas y desventajas, dadas las características de su liderazgo; de la misma manera
que en su rol de mediador, se inscribe en una
serie de posibilidades y limitaciones.



El norte de su acción se fundamenta en la materialización de los criterios de justicia inscritos
en la comunidad donde ejerce su función, desde
la perspectiva del respeto a la dignidad humana
y los derechos y garantías ciudadanos. Partiendo
de lo anterior, se plantean algunas de estas ventajas y desventajas desde el ejercicio de su rol.
El siguiente cuadro permite desarrollar una
reflexión sobre la misión del Juez de Paz
en su rol de mediador y de líder de una
comunidad por la cual fue elegido. Este
cuadro como herramienta pretende analizar las características, ventajas y desventajas que posee el Juez de Paz, en términos
ideales, tanto en su condición de mediador como en su condición de líder comunitario, invitando a una aproximación desde el deber ser a partir de la integralidad
de ambos roles.
II.6. Habilidades y competencias
En este acápite se presentan cinco tipos de habilidades y competencias que podrían ayudar
al Juez de Paz en su rol de mediador de conflictos particulares y comunitarios, así como en
su rol de orientador de sus comunidades.
II.6.1. Interpretativas
Se propone iniciar una mirada desde la compasión y la comprensión. Por compasión se
entiende la capacidad de reconocer las debilidades observadas en el otro, como potencialmente presentes en uno mismo, lo cual permite comprender el drama de la relación
víctima-victimario desde una perspectiva distinta a la del usuario.
El proceso de cambio a partir de la mediación no se trata solo de un cambio en la percepción del otro, sino de la percepción de mí
mismo, de la identidad propia,  “en conflictos
prolongados, la imagen del otro bando es importante para mantener también la identidad propia. En procesos de negociación, hay que cambiar



de ser partes enfrentadas a partes que caminan
juntas, aunque no estén de acuerdo.”
21
En este sentido la habilidad hace referencia a
la capacidad de definirse a sí mismo, en tanto
lo que se es y lo que no se es, en el ejercicio
de la mediación. El reconocer la naturaleza
humana en sí mismo, y “salirse” de su propia
subjetividad, para actuar en equidad de acuerdo a su competencia.
La habilidad implica:
• Reconocer la relación de poder e identidad, pues es ésta la que se halla en el
fondo del problema, las necesidades particulares, psicosociales, de autoestima, reconocimiento, valoración, etc. En la
mediación se colocan sobre la mesa otros
temas que aunque son reales, ocultan este
tipo de necesidades.
• Capacidad de manejo y comprensión del
lenguaje: verbal y preverbal, hablar, escuchar,
sin desconocer el contexto sociocultural
del otro.
• Capacidad de controlar la información, estar atento a aquellas informaciones que
pueden ser manipuladoras, y acertar en la
comunicación verdadera de los sujetos necesitados de orientación y solidaridad
22
.
II.6.2. Persuasivas
Comprensión de la complejidad de la naturaleza humana, mediante un diálogo con el otro,
con las opiniones opuestas, con la convicción
de que la reconstrucción del tejido social implica acciones construidas por todos, incluso
por aquellos con quienes no estamos identificados. Esto implica que el Juez de Paz no puede identificarse con una de las partes, ni
parcializar su opinión.
El Juez de Paz debe propiciar la reflexión y
elaboración de propuestas consensuadas y
colectivas. Se trata de acompañar procesos
de convivencia pacífica en donde se contraponen pensamientos, estilos, formas particulares de concebirse y concebir el mundo, lo
cual supone una reflexión sobre las diversas
variables (políticas, religiosas, culturales, etc.)
individuales y colectivas que se entretejen
unas con otras y que además difícilmente se
ponen de acuerdo, pero que conviven, comparten historias comunes, disputan territorios y conciertan pautas de convivencia, entre
otras situaciones.
Igualmente debe propiciar reflexiones que inviten a pensar que en la era de la autonomía y
de la búsqueda del sentido propio, es viable
adaptarse a la diversidad y construir un espacio en donde a pesar de prevalecer la diferencia es posible encontrar maneras de construir
comunidad y explorar formas creativas de
progreso y desarrollo social/local.
Esta habilidad implica:
• Concertación entre las partes. Énfasis en
el reconocimiento de la ineficacia de perpetuar el conflicto.
21
LEDERACH, Juan Pablo (s/f). En: Tejiendo relaciones.
22
FUENTES NAVARRO, Raúl (2000): “La formación universitaria de profesionales de lacomunicación y su renovación como proyecto social”. En:
Revista Diálogos de la Comunicación.  No. 59-60, Octubre. Bogotá:
FELAFACS.



• Promoción de la comprensión de su autonomía en la escogencia de su conveniente calidad de vida, pese a las circunstancias
adversas.
• Promoción de su capacidad de aprendizaje
y transformación, lo cual le ayuda a entender que como sujeto autónomo puede generar apuestas pacíficas de convivencia.
• Promover el valor de la vida y la integridad
personal como principio fundamental en la
cultura de la paz.
Claves para la persuasión:
• Reflexionar sobre su propia actitud frente
al tema en cuestión y su competencia para
abordarlo objetivamente.
• Generar y promover condiciones de confianza entre las partes. Lo cual implica
neutralidad.
• Movilizar el sentido de solidaridad y apoyo
a partir del reconocimiento de la inutilidad
de la venganza y la retaliación.
• Facilitar la comprensión de que ser diferente no implica ser enemigo, partir del principio de la complementariedad. Lo cual implica
posibilidades de concertación y negociación.
• Promover la autonomía en la construcción
de reglas y normas sociales que le apuesten a la convivencia pacifica respetando la
diversidad y el derecho a habitar la ciudad.
• Propiciar espacios dialógicos y de mediación y conciliación como métodos para
afrontar el conflicto.
• Promover el reconocimiento del “otro” y
“lo otro” como interlocutores que desde
sus intereses, necesidades, expectativas y
saberes, pueden aportar en la construcción
y transformación social.
II.6.3. Educativas y de orientación
Las habilidades educativas responden también
al principio de autonomía, conocimiento y
autoconocimiento, se derivan también de la
comprensión y la compasión. Esta habilidad educativa implica, por demás, solidaridad, reconocimiento de las pasiones humanas en sí mismo
y en los demás y sentido de fraternidad.
La educación y orientación en un entorno conflictivo le apuesta a:
• Ayudar a sobrevivir a la incertidumbre.
• Orientar los sentimientos de miedo, angustia y vergüenza mediante el fortalecimiento de la autonomía y la autoestima del otro.
• Instaurar procesos reguladores y mediadores de las disputas.
• Buscar indicios, sugerencias entre las partes que posibiliten cambios de actitudes de
la persona, ya sea hacia sí misma o hacia su
entorno o el “otro” diferente.
• Ayudar a la comprensión de la naturaleza
humana y las circunstancias de la realidad.
• Promover la negociación y la esperanza.
• Deconstruir imaginarios preconcebidos del
deber ser de la justicia por su propia mano
y reconstruir el sentido real de la misma.



• Invalidar procesos violentos ya sean físicos
o simbólicos.
• Acompañar en el reconocimiento de sí
mismo.
• Posibilitar la socialización y desarrollo de
la autoestima.
• Promover el respeto mutuo.
• Potenciar la autodeterminación y empoderamiento personal y colectivo.
II.6.4. Análisis de la realidad
“Una educación para la paz parte de la realidad, trae la realidad y va a la realidad para
modificarla o perfeccionarla”
23
. El Juez de Paz
debe:
• Partir de lo que hay, establecer el límite de
su competencia y posibilidades, establecer
el límite de su conocimiento y autoconocimiento. Evidenciar y reconocer en uno
mismo que la realidad es compleja, que
existen múltiples verdades, que interjuegan
con lo real externo y lo complejo del mundo interno.
• Reconocer la diversidad de los intereses,
necesidades, expectativas en las personas
y colectivos hace parte del reconocimiento de que existen múltiples realidades y no
una sola.
• Partir de esta habilidad y desarrollarla implica entender que cada persona trae consigo una carga afectiva emocional y
experiencial, la cual es válida al momento
de enfrentarse a situaciones que le impliquen una nueva adaptación.
En este sentido vale la pena considerar las siguientes sugerencias:
• La percepción de la realidad es diferente
en cada persona, depende de aspectos tanto internos como externos.
• Las circunstancias que rodean a las personas generan en ellas diversos sentimientos
y emociones, rechazo, aceptación, negación,
evasión, indiferencia, solidaridad etc.
• Existen múltiples verdades y realidades.
De ahí la importancia de conocer las diferentes nociones y visiones que tienen
las personas, los preconceptos y opiniones, para ayudar a desarrollar un conocimiento más útil.
• Es importante reconocer las necesidades
que las personas buscan satisfacer, no solo
las básicas, sino las psicológicas y sociales.
• No todo se sabe, nadie es competente para
todas las acciones.
• No se pueden tener claves secretas para la
felicidad y el mundo perfecto, ni se es absoluto responsable del bienestar personal
ni social. Se hace lo que se puede en relación al bien personal y colectivo, pero se
está inmerso en la incertidumbre del fracaso y la continua transformación.
23
MUJICA, Rosa María (1999): En:  Educación y Paz. Memorias del primer
seminario taller de intercambio y análisis de experiencias de educación para
la paz. Cartagena de Indias.



• Reconocer la capacidad para participar en
procesos de construcción y transformación social.
II.6.5. Comunicativas
Comunicar no sólo hace referencia a la palabra o mensaje que se emita a otro, sino que
además incluye la manera como se recepcionan los contenidos que el otro intenta compartir, nos referimos, entonces, a una comunicación de ida y vuelta, en donde tanto el oyente
como el hablante, están en igualdad de condiciones de aprendizaje en tanto ambos poseen
razones, motivos, sentimientos, conocimientos y saberes propios de su experiencia vital.
No es fácil, desarrollar fórmulas sobre el cómo
se establece una buena comunicación, pues
ésta depende de la capacidad de los interlocutores para permitir que se intercambien
imaginarios, saberes, y que se de cabida al
posible cambio de percepciones, opiniones y
preconceptos.
Esta habilidad demanda la capacidad para actuar de acuerdo al principio ético de valorar
los procesos de comunicación horizontal, democrática y participativa, en oposición a los
procesos de comunicación coercitivos, unilaterales y verticales que desconocen el ideario del otro.
Algunos elementos generales que dificultan los
procesos comunicativos en el marco del conflicto, se derivan de:
• Posiciones radicales asumidas por cualquiera de las partes, (incluyendo el mediador)
lo cual implica la no escucha del otro.
• Apropiación del tema, con tendencia terca
a expresar sólo sus puntos de vista, evitando considerar la posición opuesta con el
propósito inconsciente o consciente de que
se desconozca la situación o posición de la
otra parte.
• Polarización, parcialización y/o identificación hacia una persona o grupo.
• Franca presencia de opiniones y preconceptos. Ideas fijas y absolutas.
• Tendencia a la búsqueda de culpables de
la situación, más no a la búsqueda de
soluciones.
• Tendencia a considerar de manera simple
una situación de carácter complejo y de
múltiples dimensiones.
• Evadir, negar o “disimular” las dudas, miedos, ansiedades, ambivalencias y necesidades generadas por la situación de conflicto.
El medio más utilizado por el Juez de Paz en
su trabajo es la entrevista, en este sentido es
importante resaltar que en dicho espacio es
donde se fortalece el proceso comunicativo.
La entrevista significa simplemente la conversación como medio de comprender  los problemas del individuo. En este sentido y
considerando que esta conversación adquiere particular importancia para el usuario como
para el mediador, debe representar un sentimiento natural y habitual.
La naturalidad surge de la autenticidad con que
el mediador ejerce su función, no responde a



claves ni estrategias generalizadas ni estereotipadas. Es así como la claridad del rol y la convicción de la competencia en su acción de Juez de
Paz le otorga un estilo propio y creativo que de
alguna manera facilite la expresión de sentimientos verdaderos por parte del usuario y la detección de los mismos por parte del mediador.
En este sentido la entrevista se considera
como una empresa de cooperación, en donde
y dependiendo de lo auténtico en la comunicación se logren aunar esfuerzos tanto de los
usuarios como de los mediadores a fin de lograr los objetivos propuestos, el acuerdo, la
negociación, el compromiso, etc.
No existen fórmulas para aprender a desarrollar una entrevista de manera estandarizada,
no obstante se podría hacer un acercamiento
técnico que derive en:
• Utilización de lenguaje sencillo.
• Estimular la cooperación del usuario, llevándolo a expresar cómo comprende él
su situación y su problemática. Este tema
es importante en el sentido que muchos
de los usuarios tienen respuestas muy reflexivas y valiosas que dinamizan la concertación.
• Usar el sentido común y la intuición, tanto
del usuario como del Juez de Paz.
• Enfocar la atención sobre los sentimientos,
las manifestaciones psicológicas del conflicto (síntomas) y los sucesos reales, más que
en la especulación de la situación.
• Finalizar la entrevista con la aclaración de
las conclusiones observadas y aprobadas
por la(s) parte(s).
• Permitir la expresión de los sentimientos
acerca del tema tratado.





















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