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Viernes, Agosto 24, 2012
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Fecha 20 junio 2011
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Por: Jacobo Solano
Son dos oficios o profesiones aparentemente parecidas y se confunden, la gente al columnista le dice periodista y viceversa, pero en el fondo no lo son, tienen particularidades diferentes que lo hacen de dos razas que no se mezclan. Los periodistas son personas capacitadas en sintetizar, jerarquizar y publicar una información recolectada con responsabilidad y no se pueden salir de lo que representa la noticia, por lo general salen de una facultad de comunicación social. Los columnistas son personas, en la mayoría de los casos, con un conocimiento elevado que colaboran en los medios con diferentes enfoques y diferentes profesiones que expresan una opinión de un tema en particular, además, generan debate y opinión.
En mi criterio y va en contravía de lo que piensa la escritora, columnista y periodista Mary Daza Orozco, creo que los columnistas no somos periodistas, somos personas que tenemos la oportunidad de utilizar un espacio ajeno para interpretar, controvertir, imaginar, suponer y soñar sobre lo que acontece, o pasará; sin vulnerar los derechos que tienen los demás ciudadanos y sujetos a los principios y políticas del medio en el que se participa, que entre otras, a veces nos permiten pasarnos de la raya. Mientras que los periodistas se enmarcan en la información ajustada a la realidad de los hechos y están pendientes de una chiva para ganar representatividad. Los columnistas somos personas que opinamos para meternos en problemas sin retribución alguna, sólo con el objetivo de llamar la atención de la sociedad en algún hecho específico, pero esa es la suerte del columnista y no podemos vivir sin escribir y sin sentir esa adrenalina, además de contar con una solvencia moral, porque es muy fácil que te endilguen errores cuando te pronuncias en temas del dominio público. La columna lleva implícita una personalidad literaria que identifica a su autor, es una reflexión: un razonamiento, y es lo que más se parece, toda proporción guardada, al ensayo literario. Un columnista de estirpe obtiene su información de muchas fuentes, pero sobre todo, de sus múltiples relaciones personales y de su archivo, lee todas las mañanas los diarios con las tijeras en la mano y saca conclusiones propias.
Se ha dicho que en el periodismo colombiano ha prevalecido la opinión por encima de la información, incluso el ex presidente Uribe habló del estado de opinión, hoy en día, la columna vertebral de los periódicos es la página de opinión, donde confluyen diferentes conceptos y visiones de actualidad, que hacen que el lector se informe de una manera distinta, incluso está muy de moda el columnista invitado para los noticieros de televisión, pero ojo una cosa es opinar con responsabilidad y otra muy diferente, es la responsabilidad de transmitir con criterios amañados, lo que sucede en algunos columnistas que hasta se atreven a promover candidatos esperando favores futuros, lo mejor para un columnista es mantener la reglas de la imparcialidad, porque tenemos lectores de todo tipo y cuando sesgamos nuestra pluma, los lectores son los primeros en pasarnos la factura.
En mi criterio y va en contravía de lo que piensa la escritora, columnista y periodista Mary Daza Orozco, creo que los columnistas no somos periodistas, somos personas que tenemos la oportunidad de utilizar un espacio ajeno para interpretar, controvertir, imaginar, suponer y soñar sobre lo que acontece, o pasará; sin vulnerar los derechos que tienen los demás ciudadanos y sujetos a los principios y políticas del medio en el que se participa, que entre otras, a veces nos permiten pasarnos de la raya. Mientras que los periodistas se enmarcan en la información ajustada a la realidad de los hechos y están pendientes de una chiva para ganar representatividad. Los columnistas somos personas que opinamos para meternos en problemas sin retribución alguna, sólo con el objetivo de llamar la atención de la sociedad en algún hecho específico, pero esa es la suerte del columnista y no podemos vivir sin escribir y sin sentir esa adrenalina, además de contar con una solvencia moral, porque es muy fácil que te endilguen errores cuando te pronuncias en temas del dominio público. La columna lleva implícita una personalidad literaria que identifica a su autor, es una reflexión: un razonamiento, y es lo que más se parece, toda proporción guardada, al ensayo literario. Un columnista de estirpe obtiene su información de muchas fuentes, pero sobre todo, de sus múltiples relaciones personales y de su archivo, lee todas las mañanas los diarios con las tijeras en la mano y saca conclusiones propias.
Se ha dicho que en el periodismo colombiano ha prevalecido la opinión por encima de la información, incluso el ex presidente Uribe habló del estado de opinión, hoy en día, la columna vertebral de los periódicos es la página de opinión, donde confluyen diferentes conceptos y visiones de actualidad, que hacen que el lector se informe de una manera distinta, incluso está muy de moda el columnista invitado para los noticieros de televisión, pero ojo una cosa es opinar con responsabilidad y otra muy diferente, es la responsabilidad de transmitir con criterios amañados, lo que sucede en algunos columnistas que hasta se atreven a promover candidatos esperando favores futuros, lo mejor para un columnista es mantener la reglas de la imparcialidad, porque tenemos lectores de todo tipo y cuando sesgamos nuestra pluma, los lectores son los primeros en pasarnos la factura.
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