Los Homenajes Se Hacen En Vida
Por Geovanny Echeverri Álvarez
Cada ser humano es merecedor de elogios constantes que permitan que mantenga su autoestima en alto y desde luego, garantiza la salud mental, orgánica, la prevalencia en su vitalidad y la mejoría laboral.
Desde luego que la oposición y la crítica constructiva también son importantes para optimizar procesos, pero en Colombia ha hecho carrera el vivir pendiente de los errores de los demás para buscar el daño personal y social, sin importar si el sujeto tiene cualidades y ha realizado aportes por encima de cualquier defecto.
No hay que vivir en función de la caída del individuo, por el contrario, hay que reconocerle su esfuerzo y sus méritos en el momento adecuado, sin adulaciones hipócritas, estar atento a los valores, a las vivencias trascendentes para dimensionarlas con base en la exaltación, bien sea pública o privada, pero lo importante es destacar las virtudes independientemente de sus filiaciones.
Recientemente el PRI, Periodistas de Risaralda, congratuló a cuatro grandes figuras del periodismo regional y nacional, a los comunicadores, Liliana Torres, directora de noticias de un medio radial, profesional culta y responsable; a Javier Giraldo Neira, una de las más importantes figuras del periodismo colombiano, escuela de la oralidad y la filosofía deportiva, este manizaleño es un titán de los micrófonos; a Orlando Cataño Céspedes, institución cívica pereirana; y a Daniel Alfonso Benítez, el caballero de la radio que se enamoró de La Perla del Otún.
En efecto, ese ejemplo de exaltación debe ser la línea general de toda organización social, política y administrativa y no esperar que las personas fallezcan para realizar los homenajes y entregarles las placas o diplomas de honores a las viudas o parientes.
Se colige entonces que las organizaciones deben pensar en el ser humano, enfocarse a la calidad del individuo, nada de vender al otro para obtener prestigio, se debe agradar la gente con trabajo y no con dádivas pasajeras, premiar la laboriosidad honesta y no al sicariato moral, lo que vale es el presente, cuando el personaje está todavía en su función vital, para que sienta en la mesa de honor el calor de los aplausos y levante el autoestima a través de las palabras de cariño expresada por los oradores, por su familia, valorar las huellas positivas para que las generaciones futuras las transiten y sigan aportando lo mejor de sí y hacer de esta en verdad una sociedad mejor.
“Demos gracias a los hombres y a las mujeres que nos hacen felices, ellos son los encantadores jardineros que hacen florecer a nuestros espíritus”. gioecheverri@gmail.com
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