sábado, 29 de diciembre de 2012

Lorena Henao Montoya, ‘La viuda de la mafia’, asesinada el jueves y 0rlando Henao Montoya, ‘El hombre del overol’, jefe del clan Henao. / Archivo

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El fin del imperio Henao

Por: Redacción Judicial

Las autoridades creen que la reina del cartel del norte del Valle seguía con las andanzas que llevaron a la muerte a su hermano, el capo Orlando Henao, mejor conocido como 'El Hombre del overol', y a su esposo, Iván Urdinola.

Lorena Henao Montoya, ‘La viuda de la mafia’, asesinada el  jueves y  0rlando Henao Montoya, ‘El hombre del overol’, jefe del clan Henao. / ArchivoLorena Henao Montoya, ‘La viuda de la mafia’, asesinada el jueves y 0rlando Henao Montoya, ‘El hombre del overol’, jefe del clan Henao. / Archivo
A mediados de los años 80, cuando Pablo Escobar Gaviria comenzaba a desarrollar su guerra contra el Estado y la sociedad colombiana, en el norte del Valle se afianzaba una organización criminal cuyos gestores protagonizaron un cuarto de siglo de violencia sin límites. Uno a uno, sus principales capos fueron terminando su saga delincuencial en la cárcel o el cementerio, y entre el escalafón de mafiosos que se fue sucediendo en este imperio asesino y narcotraficante, la reina de los bandidos fue Lorena Henao Montoya, asesinada el pasado 27 de diciembre.
En el bajo mundo de Cali reinaban los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela y sus dos socios esenciales José Santacruz Londoño y Élmer Pacho Herrera. En el norte del Valle, el capo de capos era Orlando Henao Montoya, conocido como El Hombre del Overol, hermano mayor de Lorena Henao, quien junto a sus dos hermanos Arcángel y Fernando, desde los municipios de El Dovio, El Águila, Zarzal, Trujillo, Roldanillo, La Victoria, Cartago y Versalles, constituyó una poderosa organización criminal tanto o más agresiva que el propio cartel de Medellín de Escobar.
La diferencia es que mientras Escobar y sus pares amedrentaban a punta de carros bomba y magnicidios, los del norte del Valle se hicieron expertos en mimetizarse en el Estado o corromper funcionarios y autoridades para sus propósitos. El propio Orlando Henao así como otros miembros del cartel del norte del Valle habían pertenecido a la Policía, y durante mucho tiempo contaron con la estrecha colaboración del oficial de alto rango, que incluso llegó a ser coronel de la Policía, Danilo González Gil. Durante mucho tiempo vivieron a salvo de cualquier asedio estatal.
Tras la muerte de Pablo Escobar en diciembre de 1993, cuando las autoridades de Estados Unidos y Colombia enfocaron su interés hacia los carteles de Cali y el norte del Valle, empezó la destorcida de estas organizaciones. Luego de la captura de los Rodríguez Orejuela en Cali en 1995, también huyendo de las varias vendettas surgidas a raíz de la redada de la Fuerza Pública, sus pares optaron por entregarse a la justicia y saldar sus penas con condenas laxas. El propio Orlando Henao se entregó a las autoridades y fue a prisión. Fue el momento en que su hermana Lorena tomó la batuta.
Al acoso judicial en Colombia se añadió rápidamente el interés de la justicia norteamericana por buscar la colaboración de varios capos en el desmantelamiento de los carteles de Cali y norte del Valle. Esta última acción precipitó la guerra interna. Efraín Hernández, alias Don Efra, socio clave del cartel del norte del Valle, fue asesinado en noviembre de 1996. Luego vinieron otros. Detrás de la ola de crímenes estaban Orlando Henao y sus hermanos. La idea era impedir que cualquiera de los capos o de los mandos medios entrara en contacto con la DEA y apoyara a Estados Unidos.
Después del asesinato de Elmer Pacho Herrera en noviembre de 1998 en la cárcel de Palmira, ordenado por Orlando Henao, su error fue subestimar al hermano medio de Pacho Herrera, José Manuel, además inválido. Este se dio mañas y asesinó al mismísimo Orlando Henao, el 13 de noviembre de 1998 en La Picota de Bogotá. Con la muerte del mayor de los Henao, su hermana Lorena reorganizó las bandas alrededor del capo sucesor, Wílber Varela, alias Jabón. Con otra novedad, su esposo Iván Urdinola había caído en la cárcel desde mediados de los años 90.
Desde la clandestinidad, Lorena Henao supo maniobrar a la hora de la guerra, porque el cartel del norte del Valle se partió en dos. De un lado, Wílber Varela, con quien tenía amoríos, apoyados por el coronel Danilo González, y del otro, tres capos: Luis Hernando Gómez Bustamante, alias Rasguño; Víctor Patiño Fómeque, alias El Químico, y Diego Montoya Sánchez, alias Don Diego. Esta guerra dio origen a las bandas de Los Rastrojos, el ejército de Varela, y Los Machos, el de Don Diego. La violencia se acrecentó después de 1997, tras el restablecimiento de la extradición.
En 2002, se precipitó el derrumbe. Víctor Patiño Fómeque fue extraditado ese año a Estados Unidos y sus colaboraciones con la DEA fueron el inicio del fin de la organización. En menos de una década, los principales capos o fueron capturados y extraditados a Estados Unidos o murieron en su ley, es decir, asesinados. Cayeron abatidos Juan Carlos Ortíz, alias Cuchilla; Miguel Solano, alias Miguelito; Wílber Varela, alias Jabón, y el propio Danilo González. Fueron extraditados Diego Montoya, alias Rasguño; Juan Carlos Ramírez, alias Chupeta, y Carlos Rentería.
Entre tanto, Lorena Henao vivía su propio reinado. Que prevaleció hasta enero de 2004, cuando fue capturada con su hermano Arcángel y 16 personas más en una redada de la Policía en Panamá. Ya había muerto, envenenado en la cárcel, su esposo Iván Urdinola; sus hermanos sufrían su misma suerte; sus socios estaban en desbandada, y ella pronto se vio condenada por concierto para delinquir, testaferrato, fraude procesal y cohecho. Su largo reinado empezaba a declinar, aunque le dio tiempo para que le dieran beneficio de la casa por cárcel y volviera a sus andanzas.
En 2010, comenzó su ocaso. Primero fue recapturada cuando se paseaba oronda por un centro comercial de Armenia; meses después fue condenada a prisión su única hija, Emma Juliana Urdinola, acusada del asesinato de un sindicalista, y luego, sus hermanos fueron enviados a Estados Unidos. Ya no era la reina de la mafia, pero mantenía sus contactos, lo mismo que sus deudas pendientes. El pasado jueves, entre Armenia y La Tebaida, cuando viajaba con su compañero sentimental Lucio Quintero, dos sujetos que se movilizaban en una moto de alto cilindraje los asesinaron a tiros.
A sus 43 años, sin salirse nunca de las acciones ilegales en las cuales creció desde sus días de adolescente, la llamada La viuda de la mafia encontró el mismo fin de la mayoría de sus compinches en el mundo del narcotráfico. Con su muerte termina también una época de la larga historia del sangriento cartel del norte del Valle. Hoy sobreviven algunas bandas criminales, pero también los capos de la última generación, la de Los Comba y compañía están en cárceles norteamericanas. Tres décadas después, con la muerte de Lorena Henao, se cierra un ciclo de violencia, corrupción y delito extendido.
  • Redacción Judicial | Elespectador.com

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