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La violencia partidista: generaciones en deuda
Durante la República Liberal hubo masacres conservadoras en Riosucio y en Aranzazu y los enfrentamientos estuvieron a la orden del día en Mistrató, Belén de Umbría, Apía y Salamina y Manzanares.
Alfredo Cardona Tobón*
La luz macilenta de una vela, con reflejos que danzaban de un lado a otro con las ráfagas de viento, iluminaba tenuemente el interior del rancho.
En el corredor dormitaban Bronco y Capulina, dos perros de raza indefinida, con un ojo cerrado como despiste y el otro muy abierto para atisbar la llegada de un zorro que noche tras noche se acercaba con malas y fallidas intenciones al gallinero.
Relámpagos lejanos y el frío de la noche presagiaban un aguacero torrencial. De repente el viento dejó de soplar; un silencio ominoso se confundió con las sombras; luego empezaron los aullidos de los perros con un tono profundo, tan lúgubre, tan triste, que hicieron erizar la piel de Rita.
-Son ánimas en pena- pensó la muchacha- y apretó el rosario bendecido que guardaba bajo la almohada.
-Pero pueden ser brujas- y por las dudas se inclinó , agarró los zapatos y los colocó suela arriba.
La fórmula resultó. Los aullidos cesaron. Nuevamente se escucharon los chirridos tranquilizadores de los grillos, aunque en la mente de Rita siguió martillando un triste presentimiento.
Los azuzadores
Un político de Manizales, de testa calva y el narcisismo de la palabra fácil, alzó los brazos al estilo de Mussolini. El pueblo analfabeta aplaudió embelesado.
-Ya que nuestra causa es noble- decía el orador, debemos defenderla aún con las armas más innobles- y los ruanetas cegados por el alcohol y el resentimiento asentían con gritos y con vivas.
Después de animar al populacho de Pueblo Rico con consignas violentas, los doctores que acompañaban a Gilberto Alzate Avendaño, después de repartir aguardiente y palmaditas a los campesinos ignorantes, regresaron a la capital sin calcular el mal que estaban sembrando por los caminos de Caldas.
La violencia
Entre escaramuzas, aplanchadas y pedreas el cáncer de la violencia creció en las poblaciones del occidente del departamento hasta envolverlas en una orgía de sangre y de desprecio por la vida humana.
El domingo 16 de noviembre de 1947 Fernando Villegas sacó un taburete de cuero a la acera de un café situado en el centro de Pueblo Rico, colocó el espaldar al frente y como montado en un potro, vio avanzar antiguos amigos y vecinos con vivas a su partido y mueras a los contrarios.
-Allí está un cachiporro- gritó el boquinche que recogía aguamasa en el pueblo, el individuo se acercó a Fernando, le apuntó con una pistola hechiza y disparó.
El viejo cayó destrozado, con el asombro en sus ojos. No pudo entender cómo personas que sólo le debían favores, decidieran aniquilarlo.
Juan Borja
Todas las semanas Juan Borja salía a Pueblo Rico a vender unos racimos de plátano, algunas puchas de fríjol y dos o tres arrobas de cacao, para comprar el mercado y tomarse los tragos que hacían el milagro de romper la monotonía de su vida anónima, pegada al surco y a la montaña. Mientras apuraba los ‘guarilaques’ y el cantinero se las ingeniaba para destapar las botellas de cerveza, servir los pasantes de coco y cambiar las agujas a la vitrola, las canciones de los Trovadores de Cuyo o de Olimpo Cárdenas recordaban a Borja los años mozos en el suroeste de Antioquia.
A la entrada de la cantina Juan había amarrado la yegua ceniza, fina de cascos, con cola negra y cuello enhiesto; buena para la trocha y la carga, briosa y obediente, que con Rita, el pedazo de tierra y su hija, constituían los preciados tesoros de Borja.
A cuidarse
El bochinche politiquero de aquel domingo apuró el regreso del campesino a su rancho. Colocó el bastimento en el anca de la Gitana, puso el freno, apretó la cincha y jineteando la noble bestia se dirigió a la tierra caliente. Había que cuidarse, pensó Borja, pues según los discursos de los azuzadores, encajaba como enemigo del régimen y de las santas instituciones pues no asistía a misa, era gaitanista y repartía los volantes que Carlos Styles enviaba desde Pereira.
A suave galope Borja salió del pueblo y se internó por un sendero enmalezado. Pasos adelante sonó un disparo de escopeta. La yegua reculó un poco, pero como en otras ocasiones con su amo desmadejado por el licor, la bestia siguió su camino con Borja desgonzado sobre su cuello.
Pájaro de tres patas
La lluvia gruesa golpeaba con fuerza las tejas del rancho. Los perros volvieron a aullar. Rita salió con una escoba para espantar, de una vez por todas, a las brujas o a los malos espíritus que atormentaban a Bronco y a Capulina.
Al destello de un relámpago vio volar un pájaro tres patas y tembló, pues era otra señal de muerte en esa noche de insomnio. Al cerrar la puerta oyó el relincho de la Gitana.
-Otra vez viene borracho, cuando será que coge juicio y deja la tomadera-
La campesina tomó la rienda del animal, se acercó al esposo, echó atrás la ruana para ayudarle a bajar de la yegua y sintió, entonces, el aguasangre que salía del cuello perforado por los plomos.
Cuentas por saldar
Miles de compatriotas cayeron en este territorio víctimas de la violencia partidista. No podemos endilgar la culpa exclusivamente a los conservadores o a los liberales, porque tanto los unos como lo otros echaron mucha leña al fuego.
Durante la República Liberal hubo masacres conservadoras en Riosucio y en Aranzazu y los enfrentamientos estuvieron a la orden del día en Mistrató, Belén de Umbría, Apía y Salamina y Manzanares. }A la violencia se respondió con más violencia durante los regímenes conservadores de Ospina Pérez y Laureano Gómez, cuando las atrocidades contra los liberales sobrepasaron las manifestaciones más dantescas de la crueldad humana.
Valor civil
Las generaciones de Barrera Uribe en Armenia, de Alzate Avendaño en Manizales, o de Camilo Mejía en Pereira, son culpables por acción u omisión de la hecatombe que asoló al viejo Caldas durante el siglo XX.
A los gobernadores Gerardo Arias Mejía (marzo-agosto de 1948), Carlos Arturo Jaramillo (Agosto/48- abril/49),Carlos Jaramillo Arrubla (abril/49-marzo/50), les faltó el valor civil para frenar a asesinos de tanta gente inocente y la cúpula católica también es culpable porque no rechazó con contundencia a los violentos y permitió que algunos sacerdotes que no cumplían con su ministerio azuzaran a los bandidos.
En deuda
Aquilino Villegas con sus consignas de Acción Intrépida contra sus opositores políticos, Gilberto Alzate Avendaño, Silvio Villegas, Camilo Mejía Duque, Barrera Uribe y todos aquellos que incitaron o fueron indiferentes, los que se lucraron de la desgracia ajena o hicieron de la violencia un negocio están en deuda con las generaciones presentes y futuras.
Si hay un Dios justiciero sus almas deben estar ardiendo en los infiernos pese a las misas y oraciones por su descanso eterno.
Esos vientos que sembraron tanta desgracia siguen convirtiéndose en tempestades con otro rótulo y en escenarios distintos, impidiendo que los colombianos podamos vivir en paz en una Patria hastiada de tanta muerte.
*Academia Pereirana de Historia.
Alfredo Cardona Tobón*
La luz macilenta de una vela, con reflejos que danzaban de un lado a otro con las ráfagas de viento, iluminaba tenuemente el interior del rancho.
En el corredor dormitaban Bronco y Capulina, dos perros de raza indefinida, con un ojo cerrado como despiste y el otro muy abierto para atisbar la llegada de un zorro que noche tras noche se acercaba con malas y fallidas intenciones al gallinero.
Relámpagos lejanos y el frío de la noche presagiaban un aguacero torrencial. De repente el viento dejó de soplar; un silencio ominoso se confundió con las sombras; luego empezaron los aullidos de los perros con un tono profundo, tan lúgubre, tan triste, que hicieron erizar la piel de Rita.
-Son ánimas en pena- pensó la muchacha- y apretó el rosario bendecido que guardaba bajo la almohada.
-Pero pueden ser brujas- y por las dudas se inclinó , agarró los zapatos y los colocó suela arriba.
La fórmula resultó. Los aullidos cesaron. Nuevamente se escucharon los chirridos tranquilizadores de los grillos, aunque en la mente de Rita siguió martillando un triste presentimiento.
Los azuzadores
Un político de Manizales, de testa calva y el narcisismo de la palabra fácil, alzó los brazos al estilo de Mussolini. El pueblo analfabeta aplaudió embelesado.
-Ya que nuestra causa es noble- decía el orador, debemos defenderla aún con las armas más innobles- y los ruanetas cegados por el alcohol y el resentimiento asentían con gritos y con vivas.
Después de animar al populacho de Pueblo Rico con consignas violentas, los doctores que acompañaban a Gilberto Alzate Avendaño, después de repartir aguardiente y palmaditas a los campesinos ignorantes, regresaron a la capital sin calcular el mal que estaban sembrando por los caminos de Caldas.
La violencia
Entre escaramuzas, aplanchadas y pedreas el cáncer de la violencia creció en las poblaciones del occidente del departamento hasta envolverlas en una orgía de sangre y de desprecio por la vida humana.
El domingo 16 de noviembre de 1947 Fernando Villegas sacó un taburete de cuero a la acera de un café situado en el centro de Pueblo Rico, colocó el espaldar al frente y como montado en un potro, vio avanzar antiguos amigos y vecinos con vivas a su partido y mueras a los contrarios.
-Allí está un cachiporro- gritó el boquinche que recogía aguamasa en el pueblo, el individuo se acercó a Fernando, le apuntó con una pistola hechiza y disparó.
El viejo cayó destrozado, con el asombro en sus ojos. No pudo entender cómo personas que sólo le debían favores, decidieran aniquilarlo.
Juan Borja
Todas las semanas Juan Borja salía a Pueblo Rico a vender unos racimos de plátano, algunas puchas de fríjol y dos o tres arrobas de cacao, para comprar el mercado y tomarse los tragos que hacían el milagro de romper la monotonía de su vida anónima, pegada al surco y a la montaña. Mientras apuraba los ‘guarilaques’ y el cantinero se las ingeniaba para destapar las botellas de cerveza, servir los pasantes de coco y cambiar las agujas a la vitrola, las canciones de los Trovadores de Cuyo o de Olimpo Cárdenas recordaban a Borja los años mozos en el suroeste de Antioquia.
A la entrada de la cantina Juan había amarrado la yegua ceniza, fina de cascos, con cola negra y cuello enhiesto; buena para la trocha y la carga, briosa y obediente, que con Rita, el pedazo de tierra y su hija, constituían los preciados tesoros de Borja.
A cuidarse
El bochinche politiquero de aquel domingo apuró el regreso del campesino a su rancho. Colocó el bastimento en el anca de la Gitana, puso el freno, apretó la cincha y jineteando la noble bestia se dirigió a la tierra caliente. Había que cuidarse, pensó Borja, pues según los discursos de los azuzadores, encajaba como enemigo del régimen y de las santas instituciones pues no asistía a misa, era gaitanista y repartía los volantes que Carlos Styles enviaba desde Pereira.
A suave galope Borja salió del pueblo y se internó por un sendero enmalezado. Pasos adelante sonó un disparo de escopeta. La yegua reculó un poco, pero como en otras ocasiones con su amo desmadejado por el licor, la bestia siguió su camino con Borja desgonzado sobre su cuello.
Pájaro de tres patas
La lluvia gruesa golpeaba con fuerza las tejas del rancho. Los perros volvieron a aullar. Rita salió con una escoba para espantar, de una vez por todas, a las brujas o a los malos espíritus que atormentaban a Bronco y a Capulina.
Al destello de un relámpago vio volar un pájaro tres patas y tembló, pues era otra señal de muerte en esa noche de insomnio. Al cerrar la puerta oyó el relincho de la Gitana.
-Otra vez viene borracho, cuando será que coge juicio y deja la tomadera-
La campesina tomó la rienda del animal, se acercó al esposo, echó atrás la ruana para ayudarle a bajar de la yegua y sintió, entonces, el aguasangre que salía del cuello perforado por los plomos.
Cuentas por saldar
Miles de compatriotas cayeron en este territorio víctimas de la violencia partidista. No podemos endilgar la culpa exclusivamente a los conservadores o a los liberales, porque tanto los unos como lo otros echaron mucha leña al fuego.
Durante la República Liberal hubo masacres conservadoras en Riosucio y en Aranzazu y los enfrentamientos estuvieron a la orden del día en Mistrató, Belén de Umbría, Apía y Salamina y Manzanares. }A la violencia se respondió con más violencia durante los regímenes conservadores de Ospina Pérez y Laureano Gómez, cuando las atrocidades contra los liberales sobrepasaron las manifestaciones más dantescas de la crueldad humana.
Valor civil
Las generaciones de Barrera Uribe en Armenia, de Alzate Avendaño en Manizales, o de Camilo Mejía en Pereira, son culpables por acción u omisión de la hecatombe que asoló al viejo Caldas durante el siglo XX.
A los gobernadores Gerardo Arias Mejía (marzo-agosto de 1948), Carlos Arturo Jaramillo (Agosto/48- abril/49),Carlos Jaramillo Arrubla (abril/49-marzo/50), les faltó el valor civil para frenar a asesinos de tanta gente inocente y la cúpula católica también es culpable porque no rechazó con contundencia a los violentos y permitió que algunos sacerdotes que no cumplían con su ministerio azuzaran a los bandidos.
En deuda
Aquilino Villegas con sus consignas de Acción Intrépida contra sus opositores políticos, Gilberto Alzate Avendaño, Silvio Villegas, Camilo Mejía Duque, Barrera Uribe y todos aquellos que incitaron o fueron indiferentes, los que se lucraron de la desgracia ajena o hicieron de la violencia un negocio están en deuda con las generaciones presentes y futuras.
Si hay un Dios justiciero sus almas deben estar ardiendo en los infiernos pese a las misas y oraciones por su descanso eterno.
Esos vientos que sembraron tanta desgracia siguen convirtiéndose en tempestades con otro rótulo y en escenarios distintos, impidiendo que los colombianos podamos vivir en paz en una Patria hastiada de tanta muerte.
*Academia Pereirana de Historia.
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