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¿Hemos descubierto por fin una utilidad del apendice humano?'
Por Javier Peláez | Cuaderno de Ciencias – sáb, 19 oct 2013
El gran Isaac Newton remitía en 1676 una carta a su colega Robert Hooke en la que escribía su famosa frase “Si he visto más lejos es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes”. Esta cita, e incluso la misma idea que encierra, no son exclusivas del genial Newton puesto que antes que él ya la habían expresado de forma similar otros fascinantes personajes como Bernard de Chartres, Robert Burton o el español Diego de Estella. Representa un nítido ejemplo de cómo funciona la ciencia: el conocimiento acumulado por las generaciones pasadas ayudan y hacen posible los descubrimientos de las futuras.
Esa es la esencia de todo lo que sabemos hoy en día, y es más, de lo que sabremos el día de mañana. La ciencia se fabrica modelando, aumentando y por supuesto también corrigiendo los errores heredados. Lo que ayer parecía correcto hoy, analizado mediante técnicas diferentes, mejores instrumentos o nuevos puntos de vista, puede resultar incorrecto y modificarse.
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En este aspecto, uno de los supuestos más conocidos es la función del apéndice humano. Seguro que todos recordamos de nuestras etapas escolares cómo nuestros profesores o la mayoría de los libros de texto, afirmaban que esta alargada protuberancia del intestino grueso no tenía ninguna utilidad… salvo inflamarse y ponernos en aprietos.
Es lo que, en términos evolutivos, se conoce como “órgano vestigial” o lo que es lo mismo, órganos o miembros del cuerpo que con el paso del tiempo han perdido la función original que realizaban en épocas pasadas. En el caso que nos ocupa, el apéndice vermiforme, probablemente era un órgano queayudaba a nuestros antepasados primates a digerir y sintetizar la celulosa procedente de las hojas que comían.
Con los cambios de hábitos, costumbres y alimentación, este órgano dejó de ser utilizado y mediante el lento proceso de la evolución terminó por convertirse en un vestigio innecesario, y en muchos casos, hasta peligroso.
Esto es lo que se pensaba hasta hace no mucho, pero paulatinamente y desde hace ya algunos años, se han ido acumulando pruebas y estudios que apuntan a que nuestro apéndice no es tan inútil como pensábamos.
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Por otro lado, tampoco es tan descabellado encontrar funciones inesperadas para órganos vestigiales puesto que la evolución es, entre otras muchas cosas, un proceso que tiende a premiar la economía de recursos, y donde frecuentemente un órgano que dejó de utilizarse para determinadas tareas termina adaptándose para cubrir otras.
Durante los últimos diez años han ido apareciendo una serie de artículos y estudios científicos que afirman que nuestro tan subestimado apéndice cumple una función protectora, almacenando bacterias que favorecen lo que ahora llaman “flora intestinal”.
Esta teoría fue desarrollada hace unos años por un equipo de cirujanos e inmunólogos pertenecientes al Duke University Medical School y fue publicada en 2007 en el Journal of Theoretical Biology. Desde entonces nuevas evidencias y estudios han ido respaldando esta primera publicación.
Esta hipótesis del apéndice como una especie de almacén de reserva de bacterias protectorasfuncionaría de la siguiente manera: Imagina que debido a alguna infección, tu cuerpo se revuelve y termina por evacuar todo en un ataque de diarrea. En ese caso de “masiva despoblación” tu organismo tendría una reserva de bacterias beneficiosas guardada en su seguro y resguardado apéndice, con la que volver a repoblar lo perdido.
Esta función de salvaguarda de bacterias protectoras podría ser útil, no solo en casos leves como diarreas, sino que podrían ayudar al intestino en supuestos más graves como cólera o disentería.
La idea inicialmente propuesta por los científicos de Duke University ha ido poco a poco encontrando más adeptos entre sus filas, y hace tan solo unas semanas muchos medios abrían sus secciones de medicina con la reafirmación de esta utilidad del apéndice humano por parte de otras instituciones y Universidades.
Eso sí, no hay que olvidar que, aunque finalmente se confirmara esta interesante función del apéndice, si alguna vez se llegara a inflamar, la gente debe entender que solo porque se haya encontrado una utilidad no significa que deban mantenerlo… es decir, a pesar de esta renovada función, la operación de apendicitis sigue siendo tan necesaria como siempre.
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