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La soledad es mejor de lo que dicen, según estudio
La mayoría de las personas que viven solas lo hace por convicción y no por necesidad.
"Si alguien quiere hablar sobre cualquier cosa, llámeme al (347) 469-3173". Así de simple. Este mensaje, pegado en algunos postes de Manhattan en octubre pasado y firmado por 'Jeff, one lonely guy' (Jeff, un tipo solitario), lo desafió todo. Su impulso nació de la desesperación por una ruptura amorosa y, por instinto de conservación, se lanzó a esta osadía. Sabía que estaba en capacidad de cometer una locura. El resultado: hasta hoy, Jeff Ragsdale ha recibido más de 65.000 llamadas y mensajes, que desembocaron en un libro y un blog.
Lo que le pasó a este hombre, actor de poca monta y comediante con el corazón roto, es la cara de una transformación radical de la idea de la soledad en la sociedad actual. Quien está solo ya no está desamparado. Por lo menos así lo concluyó Eric Klinenberg, sociólogo de la Universidad de Nueva York que, después de siete años de investigaciones y 300 personas entrevistadas, logró demostrar en el libro Going Solo, the Extraordinary Rise and Suprising Appeal of Living Alone ('Caminando solo, el extraordinario aumento y sorprendente atracción de vivir solo') que hoy la mayoría de quienes viven solos lo hacen por convicción y deseo y no por necesidad o porque los 'dejó el tren'.
De hecho, hoy, la mitad de los adultos estadounidenses son solteros y uno de cada siete vive solo, una cifra que representa el 38 por ciento de todos los hogares de ese país y que en 1950 no alcanzaba siquiera el 10 por ciento.
El cambio de la idea de la soledad es tal que el propio investigador se muestra emocionado por los resultados hallados, pues su interés por el tema de los solitarios surgió de una tragedia. Se dio cuando descubrió que en el incendio que devoró Chicago en 1995, en el que murieron 700 personas, muchas de ellas estaban calcinadas en casa, íngrimas. No tenían red de apoyo, nadie a quien pedirle auxilio.
"Allí me interesé por el problema social de estar solo y aislado", explica. Y el giro, en menos de 20 años, es que hoy "básicamente todo el mundo está conectado de alguna manera con un familiar o un amigo que vive por su cuenta. Sin embargo, es normal que los estadounidenses estén ansiosos por el aislamiento. Creemos tanto en la autosuficiencia pero, al mismo tiempo, ansiamos hacer parte de una comunidad. Por eso, cuando alguien a nuestro alrededor vive solo, creemos que algo malo le sucede, pensamos que no tiene lo que quiere o necesita".
Pero la realidad es que el estar solo es cada día más apetecido por la gente en el mundo, y si en Estados Unidos las cifras no paran de crecer, en el Reino Unido, Japón y los países escandinavos son aún mayores. Es más, Estocolmo es, por definición, la capital global de quienes viven solos, al tener a la mitad de sus hogares bajo este esquema. Y la tendencia a seguir estos pasos la tienen India, China y, extrañamente para nuestros estándares latinos, Brasil.
Para el sociólogo, la explicación es sencilla: "Más que un narcisismo galopante o una disminución de la vida pública, la decisión de estar solo es un síntoma del crecimiento de la riqueza de la sociedad, como comprar carro o comer carne". Esto quiere decir que, si tenemos cómo pagarla, esta forma de vida, más que un fracaso, podría entenderse como una marca de distinción.
¿Quiere o le toca?
Ahora bien, una vez superado el estigma del "es que no pudo más", no todo es, necesariamente, color de rosa. Quienes sirven de sujetos de investigación para el libro Going Solo se muestran satisfechos de su vida sin ataduras porque tienen a la vuelta de la esquina todo lo que necesitan (la lavandería de moneditas, el domicilio, el restaurante, la tienda, el café, el bar, el gimnasio...) y la sociedad de consumo les brinda las herramientas para mantener aislada la soledad: la clase de natación una vez a la semana, el curso de pintura, las conferencias sobre todos los temas del mundo. Hasta el propio Henry David Thoreau, defensor del desarrollo individual de las personas, iba de cuando en cuando a cenar a su casa materna.
Aquí entra el factor de la búsqueda de la felicidad: quien vive solo ¿lo hace porque quiere o porque le toca? De nuevo, Klinenberg contesta con entusiasmo: "Vivir solo provee una especie de 'soledad restaurativa' y, muchas veces, puede ser exactamente lo que necesitamos para reconectarnos con nosotros mismos".
Pero, claro, para llegar a este estado 'zen' se requiere trabajo para vencer la barrera de la inseguridad que representa esa sensación de estar solo en el mundo.
Volvamos al caso de Jeff. Leer su blog es toda una terapia. Como si la caja de Pandora se abriera. La gente se expone, se cuenta, llora en la pantalla, anima. Habla. Ese silencio introspectivo desaparece para contarles a otros que se sienten solos y muchas veces, miserables. Reclaman compañía. Samantha, por ejemplo, cuenta que está atravesando una ruptura también, "pasó hace unos meses, pero él ya encontró a alguien más. Sé exactamente cómo te sientes: te rompe cada parte de ti, sobre todo cuando te engañaron. ¿Cómo volver a creer?". Alguien, que no pone su nombre, simplemente se confiesa: "Hay tantos de nosotros haciendo daño por ahí". Carol dice compartir ese sentirse solo en esa ciudad gigante que es Nueva York: "Soy una persona muy sociable, pero encuentro difícil hacer verdaderas amistades aquí, serán los afanes. Si te sientes con deseos de hablar, llámame". Y otros reaparecen por la magia de la comunicación: "Hola, Jeff. Lo que más me dolió fueron tus apuntes sobre la niñez, porque habla de cuando fuimos cercanos. Me sentí un poco culpable porque sé que podría haber sido (debí haber sido) un mejor amigo".
Para Sherry Turkle, profesora de Estudios Sociales y Ciencia de MIT, estas cadenas de mensajes son, sin embargo, en muchas ocasiones distractores para no tener que enfrentar directamente los problemas, hablar con los suyos y poner las cosas en orden.
"Para experimentar la soledad debes ser capaz de sumergirte en ti mismo". Ese es el reto. Entenderla. La soledad. Y no como castigo o como "introspección analítica" para descubrir los errores del pasado. Que no sea ni castigo ni encierro. Es el lugar para encontrarse a sí mismo. Y eso es lo que verdaderamente asusta. Pero hay que hacerlo solo.
La crisis económica no está reduciendo el fenómeno
A diferencia de países como Colombia, con una tradición de estar en familia y en donde las carencias económicas y el alto desempleo están haciendo que los hijos se queden más años en la casa materna, e incluso están obligando a que hijos ya casados tengan que regresar al nicho de los padres, en Europa y Estados Unidos este patrón, más que una conducta recurrente, es una excepción.
De hecho, los índices de crecimiento de la población viviendo sola se han multiplicado, curiosamente, desde el 2008, cuando estalló la crisis económica más desestabilizadora de los últimos años. Y esto, según el investigador Eric Klinenberg, ya se había visto en Japón durante la crisis de los años 80. La calidad de vida obtenida al vivir solo es algo a lo que la gente no está dispuesta a renunciar. Antes, muchas privaciones de otro orden, pero no dejar su hogar.
¿Por qué el aumento de gente sola?
Si bien el crecimiento económico ha significado que la gente se independice y tenga con qué vivir por su cuenta, no solo la chequera explica este fenómeno en alza en el mundo en las últimas décadas. Para el sociólogo de NYU Eric Klinenberg, autor de 'Going Solo', tomar únicamente el argumento económico sería desestimar cambios que se han venido gestando en el mundo desde mediados del siglo XX y, particularmente, en estos veloces años del 2000.
1. El despertar de las mujeres:
Su entrada a la competencia en el mercado laboral les ha dado independencia económica (algo que hace 50 años no sucedía), ha pospuesto sus planes de matrimonio y les ha dado vía libre para divorciarse si no funciona y para invertir en bienes raíces.
2. La revolución en las comunicaciones:
Vivir solo hoy no es sinónimo de vivir en soledad. La tecnología posibilita la interacción permanente (vía Facebook, 'e-mail', mensajes de texto, Twitter...) con otros, desde diferentes plataformas.
3. La urbanización:
Las ciudades están creando una especie de subcultura para el 'solo', en donde este cultiva su espacio individual, pero tiene una activa vida pública con todos los servicios disponibles para encontrar compañía.
4. Mayor longevidad:
Las viudas les sobreviven entre 5 y 20 años a sus maridos y muchas de ellas no buscan una nueva compañía.
Dominique Rodríguez Dalvard
Redacción Domingo
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