viernes, 4 de noviembre de 2011

PROFESORES DE LA UTP HICIERON PICNIC POR LA EDUCACIÒN PUBLICA

Enlace Programado por Gabriel Alberto Restrepo Sotelo es LINTERNA ROJA EN GOOGLE .-.
PERIODISTA LINTERNA ROJA
Profesores de la UTP hicieron picnic por la educación pública

La Plaza de Bolívar de Pereira fue el lugar para extender manteles, compartir un poco de pan y pollo y un claro de mazamorra. El objetivo: dejar una voz de protesta por la situación del no pago de salarios a los más de 800 profesores transitorios y catedráticos de la UTP y por ponerlos en la mitad de un paro en pelea contra los estudiantes, pero al tiempo ofrecer una voz de indignación por la reforma a la ley de educación superior.

Un picnic, hecho que llamó la atención de transeúntes y medios nacionales y locales, un hecho simbólico en el que se vociferaba: ¡No coma callao, coma claro! La situación de los docentes en la UTP es de maltrato al haberles suspendido sus contratos y no saber qué pasará con ellos. Las presiones de la administración es que: ”Los docentes den clases como sea, así sea a un estudiante y en cualquier lugar”, comentó un profesor, sin embargo, a nadie le pagaron. Con cerca de 9 semanas de paro, la situación es de incertidumbre, debido a que los estudiantes no levantarán el paro hasta que la reforma a la ley 30 se retire. Además la UTP completa dos semanas de haber sido cerrada y los estudiantes no han podido ingresar. ¡Que abran la UTP y saquen a la fuerza pública! Se escuchó por parte de los protestantes.

Y adicional repartieron un volante en el que se contaba esta historia, teniendo como destinatario al rector:

“Soy el profesor transitorio o catedrático promedio de la Universidad Tecnológica de Pereira. Como corresponde a los tiempos, soy una estadística: no tengo nombre, porque no importa para nada, y mi identidad es la de cualquiera, puesto que sólo soy una mercancía.
Con motivo del paro estudiantil, usted expidió la resolución 2259 para suspender las vinculaciones de todos los docentes transitorios y catedráticos, pero a ninguno de nosotros le hizo una notificación personal. Sin mediar argumento en sentido contrario, en el mismo acto dio una orden de trabajo, igualmente para todos: “los profesores deberán presentarse en sus salones de clase oficialmente programados”. Y a renglón seguido: “Si fuere el profesor quien no se presenta, los estudiantes deberán informar la situación al decano”.

De esta manera, un profesor transitorio no sólo no tenía trabajo (dada la suspensión), sino que quedaba secuestrado por las cláusulas de su ingenioso pero arbitrario “Protocolo de Restablecimiento de la Normalidad en Docencia”, sin poder disponer del tiempo necesario para afrontar los problemas personales que se veían venir. Cada profesor, en forma individual, quedó en la encrucijada que le pertenecía a usted pero que le endosó con la hábil maniobra de quien conoce de trampas laborales y que, según demuestran las estadísticas, está lejos de entender de educación o de derechos. Era la manera perfecta de comprometer a todos sin tener compromiso con nadie.

Pero las condiciones de trabajo no pueden ser cambiadas unilateralmente a mitad de camino según la conveniencia de una de las partes: yo no soy ni estoy dispuesto a ser pescador de estudiantes reluctantes; tampoco es mi responsabilidad conseguir un lugar adecuado para dictar las clases o enfrentarme a la posibilidad de sufrir una agresión de estudiantes equivocados o por parte de esos policías que incendian busetas a nombre del estudiantado. Tampoco me voy a prestar para propiciar situaciones de enfrentamiento entre alumnos que asisten y otros que no, en medio de un paro decretado por la asamblea estudiantil.

Esa falsa promesa hecha a los más incautos sobre la conservación del cargo, que sin mencionarla, está implícita en el habilidoso protocolo, y ratificada en la posterior supuesta continuación de algunos contratos, sin mencionar el de quiénes ni por cuánto tiempo, comienza a derrumbarse ante los ojos de los que la creyeron, ahora que usted se encuentra ad portas de plantear un cierre del semestre y se le acabaron los caramelos para comprar necesidades personales, ingenuidad, traiciones, delaciones y enfrentamientos entre sectores universitarios. Ese es el problema de la mentira: no es posible sostenerla indefinidamente. Por eso es mentira y se esconde en los más oscuros rincones.

En repetidas ocasiones los profesores le hicimos llamamientos para discutir la situación y buscar conjuntamente soluciones, pero usted nos ignoró y no se dignó responder o presentar una disculpa. Simplemente nos dio la espalda, no se sabe si por soberbia o por temor, que es lo mismo.

La exigencia de constancias, firmas, llenado de asistencias y reportes cada dos o tres días y exigidos en forma inconsistente y a veces contradictoria entre las dependencias, no forma tampoco parte de las obligaciones normales de un profesor.

Durante el presente conflicto, yo no he faltado en ninguna ocasión a mi sitio de trabajo, aunque cuando lo hice no fue por esperar que usted procediera de la manera más recta, como en efecto no ocurrió, sino porque tengo la certeza interior de estar actuando de buena fe, que es mi defensa invencible frente a la ley, porque si usted quiere afirmar que no asistí, va a tener que demostrarlo en los tribunales.

Aunque esporádicamente sí me espían algunos monitores que se acercan al salón de clase a verificar quién soy y qué clase estoy dictando, ninguna otra constancia se me ha pedido en mi tiempo de trabajo normal en la universidad, y no veo por qué ahora sí han de hacerlo.

La ausencia de estudiantes o la no disposición de los escasos que se presentaron impidieron que dictaran la mayoría casi absoluta de clases (recuerde que soy el profesor promedio). No es culpa mía, pero en cambio si lo ha sido de su actitud de alejamiento de la realidad.

Esta realidad compete a los que sí estamos interesados en una mejor educación para Colombia, a los cuales usted quiere manipular con acciones gerenciales mientras no escucha a nadie, excepto a su propio interés de llenar indicadores y cumplir metas sin importar las consecuencias colaterales, mientras se mantiene ausente de la universidad atendiendo supuestos asuntos nacionales e internacionales.

Quiere hacer figurar a la UTP como una universidad de excelencia, a sabiendas de que ese resultado es, salvo por honrosas excepciones, una solemne mentira disfrazada con cifras amañadas e interpretadas según cánones que nada tienen que ver con la educación.

Yo sí he cumplido a conciencia con mi trabajo desde hace muchos años, pero usted no, porque no ha hecho más que engañar y engañarse al suponer que su deber consiste en darle gusto a los más poderosos y aplastar a los débiles. Es posible que esto le dé más poder, pero seguramente ninguna verdadera satisfacción. No creo que duerma usted muy bien.

Finalmente, para que vea todas las cartas sobre la mesa, me proclamo defensor del movimiento que lucha contra la amañada reforma a la Ley 30 de Educación Superior, porque esta es la educación que el gobierno nacional y ustedes defienden: educación al detal, con profesores comprados y manejados al menudeo, en condiciones de humillación laboral, sin criterios sobre su propia condición y sin condiciones para crear su propio criterio, expertos sin capacidad de pensar, autómatas incondicionales sin posibilidad de organización o participación, para que los estudiantes sigan el mismo ejemplo después de recibir unas paupérrimas píldoras de información, y para que quienes detentan el poder puedan continuar reproduciendo su hegemonía.

Es una vieja historia, pero la historia también cuenta sucesos más importantes de cambio y renovación: los predicen las estadísticas que usted sabe manipular tan bien. Espérelos en próximos capítulos.

Señor rector, por favor, ¡no siga ignorándome!”
Y luego de ello, se tendieron los manteles, los profesores de la UTP, salieron para sus casas, sin dinero y preocupados por su situación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario