jueves, 24 de julio de 2014

Este Pensamiento toma actualidad en nosotros - hoy que existe tanta indiferencia ante la problematica social del mundo.

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Plancha de Quite del Q.·.H.·. Salvador Allende



Al Querido Hermano: Luis Holguín Blanco, Venerable Maestro de la Respetable Logia Simbólica “Hiram” No. 65
Presente.-

Creo que, tal vez, en ninguna alternativa anterior de mi existencia había experimentado una emoción más intensa y compleja como la que afronto en la presente oportunidad: he de esperar que esta comunicación traduzca ante el Querido Hermano y Venerable Maestro y mis Hermanos, lo más genuino y auténtico de mi pensamiento.
Las alternativas propias de un destino profano pletórico de contingencias de lucha, me connaturalizaron con el principio de que es esencial el frío análisis colectivo para adoptar resoluciones de gran trascendencia.
Pero en tales coyunturas siempre -antes que ahora- comprendí que actuaba en función de procesos sociales y políticos e igualmente en función de organizaciones de muy claras concepciones interpretativas de la historia, regidas por programas concretos y atendidas a estrategias y tácticas consecuentes.
Capté que no era yo, aún acerca de mis propios actos, el arbitro supremo y exclusivo.
Encarné aspiraciones de carácter general que personificaban a miles de chilenos y, por lo mismo, aunque se me dispensara el honor máximo de las más elevadas responsabilidades cívicas, me di los hechos con un compás de justo graso y según una cabal escala de valores objetivos.
Mis pasos tenían que reflejar un fenómeno amplio.
Y conforme a este criterio, jamás me dejé arrastrar por la jactancia de echar sobre mis hombros el fardo de algo que me transformara en una especia de agente de lo irreparable.
Siempre me miré, antes que nada, en la faz de mi conciencia; pero aboné mis procederes y elegiré su peso, en lo que consideré como una correcta interpretación del sentir de la comunidad.
En este instante no he consultado a ser humano alguno, porque ello no procede.
Obro, teniéndome a mí mismo como único consejero.
Por un impulso íntimo e inducido por ansias y anhelos nutridos de lo bueno y alimentado también por el ambiente familiar, con humildad y fe en lo positivo de la condición del hombre, detuve mi ruta profana.
Golpeé, hace cerca de 30 años y en plena muchachez, ante las puertas de la Orden.
Dejé oír mi solicitud iniciática; Hoy, al cabo de tan larga etapa de trabajo y convivencia, he resuelto cerrar esta dilatada trayectoria, sin haber interrumpido jamás mi asiduidad a los Talleres.

ME ACOJO A MI TEMPLO ÍNTIMO

Me alejo de los templos, por magníficos que ellos aparezcan ahora en la suntuosidad de su arquitectura y me acojo al templo íntimo que, en plena madurez de condiciones, he logrado edificar para mí mismo.
Este Templo, construido con los sólidos muros del idealismo; traducido en la justicia social, la libertad concreta extraña a toda alienación; apoyado en la fraternidad por la proscripción de las clases sociales y de la igualdad por la derogación de cualquier discriminación, ya sea racial, religiosa, económica o cultural, es obra de múltiples experiencias acumuladas con el correr del tiempo.
Surge mi formación, de estudios hechos, de circunstancias y emociones tan variadas como ricas, en las que el éxito y el fracaso se confundieron; en  que las amarguras y las excepciones se borraron ante el desinterés de nos humildes y los ejemplos anónimos y edificantes y también de mis muchas jornadas de mi alternancia Masónica.
Cuanto acumulé a través de treinta años de trabajo en los talleres de la Orden, tiene inobjetablemente caracteres de piedra fundamental para mí.
Pero no deseo que semejante cimiento angular sufra menoscabo y velando por preservarlo ante mis ojos con fuerza y vigor he resuelto poner entre lo actual y contingente y los grandes valores, la neutralidad de la distancia y su benévola perspectiva.
Me alejo sin reservas espirituales de ningún especie; con hondo sentido de la fraternidad hacia todos mis hermanos y ansiando solo que se me excuse, si inadvertidamente, con actos o palabras dijera, siquiera rocé espiritualmente a algún Hermano en nuestros Talleres.
Solicito mi carta de retiro por imperativo de mi conciencia. Y ante esta, todo requerimiento extraño al propio yo, ha de detenerse y todo sentimiento ha de postergarse. El precio de semejante estrictez es muy duro. Pero se alcanza una compensación: la conformidad consigo mismo y la paz que traen el tiempo y su transcurrir. Aspiro que mi último contacto material con los Talleres pueda ser de alguna utilidad.
Ello es mi deber postrero como Masón activo. Por lo mismo, pensaré en voz alta, con el único ánimo de que mi franqueza contribuya a clarificar conceptos, a evitar dudas en los iniciados -ojalá así sea-, también a enriquecer a quienes han alcanzado la plenitud Masónica, ya que el acervo moral no cesa jamás de perfeccionarse por la adición incesante de puntos de vista.
Estudiante en un período de fragor social y político y médico joven, de acción profesional amplia y anónima, fui tremendamente golpeado por el impacto de la realidad patria y que, por decirlo sintéticamente, en su estructura económica, cultural, social y política, es la de toda América Latina.
De ambiente familiar sin prejuicios dogmáticos y atraído por el papel protagónico de los Masones desde los albores de la independencia; por la dura tarea de la Orden en su inalterable lucha contra el mal y por el bien; por la acción profana de la institución en sus afanes de eliminar la desigualdad social; por sus esfuerzos para barrer la intolerancia y superar el oscurantismo y pro imponer un régimen de igualdad de derechos y de expectativas para todos los hombre ingresé a la Orden.
Es no escasa medida también ejerció influencia en mis preocupaciones de bien público, mi devoción hacia la figura de mi abuelo, el doctor Ramón Allende Padín, ex Gran Maestro de la Orden y fundador de la primera escuela laica de Chile.
Larga trayectoria en la que he recibido honrosas muestras de confianza de mis Hermanos, como la Maestría y la jefatura de mi Taller, me han hecho formarme un juicio que estimo apoyado en la realidad de nuestro ámbito fraternal.
Además, imagino que son muy escasos los Hermanos que han visitado tantas Logias como yo, a través del territorio nacional, durante tantos y tantos años que llevo procurando descubrir en su integridad social a Chile y las características de sus gentes.

UN INCENTIVO DE SUPERACIÓN

Desde un punto genuinamente teórico, la Orden Masónica es una institución perfecta. Esencialmente aspira a una meta que carece de ubicación determinada en el tiempo y que, por lo mismo, representa un incentivo permanente del más alto nivel: la superación del hombre en sí.
Los métodos que sustenta para promover semejante proceso son inobjetables por su contenido y significación. En efecto, su sistema de gradación iniciática, sinónimo de esfuerzo, disciplina, constancia, etc., no puede merecer el más leve reparo. Su lenguaje simbólico, más allá de la belleza que encierra en si, ofrece la enorme  ventaja de que las imágenes, que superan el frío significado preciso de los términos, ponen en vibración sugestiva y creadora todos los resortes de la imaginación interpretativa y de los sentimientos.
Y el Ritual del intimo contacto  de los símbolos,  planea  fórmulas expresionales y hasta organizativas  que ennoblecen la convivencia .
La Orden, en sus aspiraciones de fondo, podría mirarse quizá si como la mas acabada expresión del humanismo, ya que no incurre en dogmas  – sinónimo de drama histórico- que singularizan las religiones. En su aspecto formal, la Orden también reconoce principios de una vigencia indiscutible: genuina democracia; una indispensable jerarquízación funcional de valores y una precisión nítida de las delimitaciones entre los diversos órganos de su estructura.
Obviamente,  dentro de los Talleres se crea,  así una realidad que debería  hacer de cada Hermano un hombre libre, de buenas costumbres, apto para cultivar la igualdad, la fraternidad, la tolerancia, y en suma, un ciudadano auténtico de la libertad integral.
En la sociedad Masónica y en el pueblo Masónico nace, en cierto modo, un mundo que refleja el ideal de estructura  de la comunidad, no solo ya en su carácter  nacional,  sino en la esfera universal.

APERTURA AL MUNDO CONTEMPORÁNEO

Este mundo ideal en que vive  el pueblo Masónico,  ¿puede bastar al hombre real,  al hombre común,  que se desenvuelve  dentro de los imperativos tan concretos de una nación?
En este interrogante radica un gran problema, pues, en los hechos, se aprecia una contradicción. Los Masones giramos en torno de la Igualdad, la Libertad, la Fraternidad como suprema síntesis de la convivencia colectiva .
Procede hacer una observación: ¿quiénes integran nuestra Orden?¿Podría, con honestidad intelectual, imaginarse que su composición refleja a la sociedad chilena de hoy?
La respuesta, al menos en mi comprobada  experiencia, tiene que ser negativa. En la Orden solo se cobijan elementos de la burguesía. No hay éste aserto calificativo de ninguna especie. Es un hecho y nada mas. En consecuencia, los principios que animan la vida Masónica son practicados por un grupo -no el mas vasto- de nuestra comunidad.
¿Debe la Orden permanecer  indiferente ante una vacancia de la clase obrera como la que enuncio? Más aún,  ¿se trata de un fenómeno accidental?
La ausencia de elementos extraños a la burguesía es grave, tanto  mas cuanto que fenómeno tiende a acentuarse, ya que la historia acredita que hubo épocas en que nuestros Talleres se vieron decorados por muchos  y preclaros  Hermanos, que respondían, por lo menos a una extracción  artesanal y que también predominaba en el mutualismo.
¿Ingresa a la Orden en forma ininterrumpida, una raudalosa corriente de juventud, de estudiantes, de elementos representativos de la intelectualidad nacional en marcha?
Tengo la impresión de que la respuesta, aunque menos categórica  que en el caso de los trabajadores, tiene también que ser adversa. En mi trayectoria  de Masón activo, siempre me promoví estas cuestiones. Las conclusiones fluyen con extrema  facilidad: determinados sectores sociales y aun estratos muy influyentes de la burguesía progresista no sienten que la Orden responda a los requerimientos del mundo contemporáneo.
¿Por  qué? Por dos razones principales: por el desconocimiento de lo que es en sí la Orden y por la actitud de algunos Hermanos, que contradicen en el mundo profano lo que se imagina deben ser los principios de la institución. En su incesante afán de superación humana,  la Orden tiene,  sin embargo, metas que son esenciales para que tal perfeccionamiento pueda alcanzarse. Se plantean como tales la Igualdad, la Libertad,  y la Fraternidad, y sus derivaciones.
Algunos Hermanos consideran estos elementos en una órbita exclusivamente abstracta  y formalista, eludiendo toda consideración de sus aspectos reales en la convivencia y que aparecen como algo sine qua non para el imperio de estos principios. Puede argumentarse que la Orden, si entra en estas actitudes temporales, pasaría  rápidamente hacia su transformación en un partido político. Hay en esta apreciación un juicio simplista que exige análisis.
En primer término, tiene que pensarse en la época en que la institución Masónica afianzó su etapa moderna, ya que no es del caso remontarse a entidades esotéricas del mundo antiguo, del Renacimiento o del feudalismo. La actual trayectoria corresponde a un período en que recién se comenzó a luchar por la emancipación del hombre con un sentido propiamente “humanista”.
¿Cuál era el nivel en que podía librarse esta confrontación de valores?
Sólo en los espíritus selectos que, por su capacitación intelectual captaban que las únicas expectativas de progreso radicaban en el afianzamiento de ciertos conceptos de derecho, sinónimo de garantías individuales.
Se promovió, así,  el avance y perfeccionamiento de las instituciones constitutivas del Estado, al libre examen y al desarrollo capitalista como oposición al medioevo. La Orden partió en su ruta actual bajo el imperativo de fortificar las instituciones políticas y sus estructuras .
Es decir, fue reflejo de una etapa en que las condiciones predominantes restringían las posibilidades de los seres superiores a hacer más y más correctas las manifestaciones superestructurales y formalistas de la sociedad.
Y nadie puede ignorar que semejante enfoque se abría solo para los espíritus más cultos y generosos de la burguesía  y de la intelectualidad. Y, desde entonces, la Orden para muchos Hermanos ha fincado su supervivencia en subrayar el carácter abstracto de su contenido.
Me inquiero, ¿puede una institución mantener su fuerza y su vigor situándose al margen del “devenir” histórico y preocupándose sólo de conceptos relativos? A mi juicio ello sería una vana aspiración que,  a lo más relegaría  la Orden a una labor ateneísta y de grata convivencia  puertas adentro.

LA REALIDAD CON MIRADA VIGILANTE

A mi juicio, la Orden  tiene que medir la realidad que la circunda, tanto nacional como latinoamericana y universal, con mirada vigilante y actual.La declaración de principios y reiterados Conventos así lo disponen.

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