Tribus urbanas piden más parques
Es viernes en la noche. La esquina de la carrera 6 con calle 23 en el centro de Pereira está llena de jóvenes de todo tipo. El café de la ‘esquina bonita’ se combina con el olor de marihuana de los alrededores. Parece que están tomando “un café con marihuana”, no porque lo vendan en el establecimiento, sino porque el olor de los vecinos del café así lo ‘ambientan’.
Los jóvenes están sentados en las aceras, esas que en el día están llenas de caminantes, cada grupo en un cuento diferente: unos leen un libro, otros miran pasar la gente, otros tienen sus bicicletas y patinetas listas para saltar a la calle, otros incluso tienen una grabadora.
La calle es su espacio, es la sala de su casa, es su punto de encuentro. En las noches del viernes esa calle que es carril de sólo bus (del sistema masivo de transporte Megabús) se convierte en calle peatonal, porque incluso al grande bus verde le toca bajar su velocidad para poder pasar.
Allí están los metaleros, los rastafari, los emo, los parkour, los skate, los peludos, y por supuesto, los ciudadanos que no se sienten identificados con ninguna filosofía urbana sino que buscan un café, una cerveza o distraer la noche caminando por la ciudad.
“Aquí no pasa nada. Cada uno está en lo que está, este es un punto de encuentro de todos y nadie molesta a nadie”, dice uno de los metaleros que está en el lugar, con otros dos compañeros, ansioso de que terminen de armar el cigarro. Con cabello largo y ya pasado de 25 años, tiene claro que el metal es lo que lo hace vibrar y lo que lo identifica. Y que alrededor de la música se han creado sus círculos de amistad.
“Eso de que las tribus se pelean no es aquí. Esto es como una escuela, un club social. Para mí el metal lo representa todo, es energía, levantarse uno con Iron Maiden y almorzar con Aerosmith, es una delicia”, comenta.
Skate
Otro grupo de chicos, más jóvenes, incluso de colegio, están en otro lado. Son tres, tienen camisetas negras, y uno de ellos sostiene su patineta.
“Vestirse así es la moda, pero cada uno experimenta qué le gusta. Nosotros nos dedicamos al BMX, que es dar saltos en la bicicleta”, dice. A sus amigos les gusta saltar (parkour) y montar en patinenta (skate). Uno de ellos dice que necesitan más parques para divertirse, pero parques donde los dejen estar, donde la policía no los moleste por estar dando saltos y montando en patineta o bicicleta.
“Esto es un deporte y yo no le hago daño a nadie con él, pero sí restringen mi libertad cuando la policía llega a quitarme la bicicleta porque no tengo papeles de ella, o la patineta, o sin ninguna razón nos obligan a salir del parque. Por ejemplo del parque de La Libertad o del parque Banderas”, comenta con indignación ante lo que considera que es una falta de respeto al desarrollo de su libertad y de su personalidad.
Ante esta falta de escenarios adecuados en Pereira, este grupo de jóvenes, junto con otros amigos, deciden irse los fines de semana para Chinchiná, al Parque Skate Park.
Curiosamente, los metaleros también opinaron: “necesitamos más parques y menos tombos en los parques, y más conciertos”.
La calle es su espacio, es la sala de su casa, es su punto de encuentro. En las noches del viernes esa calle que es carril de sólo bus (del sistema masivo de transporte Megabús) se convierte en calle peatonal, porque incluso al grande bus verde le toca bajar su velocidad para poder pasar.
Allí están los metaleros, los rastafari, los emo, los parkour, los skate, los peludos, y por supuesto, los ciudadanos que no se sienten identificados con ninguna filosofía urbana sino que buscan un café, una cerveza o distraer la noche caminando por la ciudad.
“Aquí no pasa nada. Cada uno está en lo que está, este es un punto de encuentro de todos y nadie molesta a nadie”, dice uno de los metaleros que está en el lugar, con otros dos compañeros, ansioso de que terminen de armar el cigarro. Con cabello largo y ya pasado de 25 años, tiene claro que el metal es lo que lo hace vibrar y lo que lo identifica. Y que alrededor de la música se han creado sus círculos de amistad.
“Eso de que las tribus se pelean no es aquí. Esto es como una escuela, un club social. Para mí el metal lo representa todo, es energía, levantarse uno con Iron Maiden y almorzar con Aerosmith, es una delicia”, comenta.
Skate
Otro grupo de chicos, más jóvenes, incluso de colegio, están en otro lado. Son tres, tienen camisetas negras, y uno de ellos sostiene su patineta.
“Vestirse así es la moda, pero cada uno experimenta qué le gusta. Nosotros nos dedicamos al BMX, que es dar saltos en la bicicleta”, dice. A sus amigos les gusta saltar (parkour) y montar en patinenta (skate). Uno de ellos dice que necesitan más parques para divertirse, pero parques donde los dejen estar, donde la policía no los moleste por estar dando saltos y montando en patineta o bicicleta.
“Esto es un deporte y yo no le hago daño a nadie con él, pero sí restringen mi libertad cuando la policía llega a quitarme la bicicleta porque no tengo papeles de ella, o la patineta, o sin ninguna razón nos obligan a salir del parque. Por ejemplo del parque de La Libertad o del parque Banderas”, comenta con indignación ante lo que considera que es una falta de respeto al desarrollo de su libertad y de su personalidad.
Ante esta falta de escenarios adecuados en Pereira, este grupo de jóvenes, junto con otros amigos, deciden irse los fines de semana para Chinchiná, al Parque Skate Park.
Curiosamente, los metaleros también opinaron: “necesitamos más parques y menos tombos en los parques, y más conciertos”.
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