viernes, 27 de mayo de 2011

LUIS SOTELO REGIL 33* SUPREMO CONSEJO DE MEXICO

Enlace Programado por Gabriel Alberto Restrepo Sotelo es LINTERNA ROJA EN GOOGLE .-.






¡LIBERTAD!  ¡IGUALDAD!  ¡FRATERNIDAD!


Una vez que el neófito, durante la ceremonia de Iniciación, es conducido ante el Altar y ratifica sus juramentos, el VM le consagra con las siguientes palabras:
“ALGDGADU en su nombre, por la Confraternidad Universal y en virtud de los poderes de que me hallo investido por la libre y espontánea voluntad de mis HH OS CREO, NOMBRO Y CONSTITUYO, APRENDIZ MASÓN y miembro de este Resp Tall por los Golpes y Signos misteriosos del grado”.
El VM da tres golpes con el mallete sobre la hoja de la espada flamígera, mientras todos los hermanos exclaman pronunciando:
LIBERTAD,  IGUALDAD,   FRATERNIDAD.
Estas tres palabras que están consideradas como el lema de la revolución francesa, existían dentro de la masonería mucho antes del advenimiento al poder de Luís XVI. No es como creen lamentablemente algunos maestros que la masonería se haya apropiado de esta divisa, sino que, por el contrario, es la Orden quien dio a la humanidad, por medio de la revolución francesa, este lema y el significado exacto de cada una de las tres palabras.
Los ideales que perseguía la revolución francesa reconocen como fuente espiritual a la masonería.
A diferencia de las diversas escuelas esotéricas que tratan de acelerar el proceso evolutivo espiritual del hombre para su mejor actuación en otros planos de existencia, sin una intervención directa de carácter colectivo en el orden material, la masonería lucha por obtener desde el plano físico, la realización de las circunstancias necesarias para un mejor desenvolvimiento humano, y a tal objeto participa y dirige los grandes movimientos económicos, políticos y sociales capaces de señalar una etapa de avance en el perfeccionamiento de la humanidad.
Esto sucedió en la revolución francesa:
Para el conocimiento en detalle de la forma como adquieren esta divisa los luchadores de la revolución, remontémonos al siglo XVIII cuando corría el año de 1790.
Pero antes, si buscamos en una enciclopedia el nombre de Cagliostro, hallaremos la siguiente información: Cagliostro, Alejandro, Conde de.- Aventurero italiano  nacido en Palermo en 1745 de oscuras familia; con diversos seudónimos recorrió el Oriente, viajando especialmente por Arabia, Egipto y Persia, acompañado de un alquimista que buscaba la piedra filosofal y que lo instruyó en los misterios de la Kábala y de la Magia. Su verdadero nombre era José Bálsamo; en 1785 se estableció en París, logrando gran predicamento entre la nobleza, merced a sus conocimientos ocultos que le dieron reputación de hechicero y de curandero; pretendía recordar sus encarnaciones pasadas, se decía mago y gran maestro de la masonería, en donde revivió antiguos ritos egipcios. Intervino de manera hábil en la Revolución Francesa, aconsejando a los principales directores del movimiento, entre quienes era temido y respetado por sus dotes excepcionales que le permitían provocar fenómenos que se calificaban de milagrosos, y que hoy se empiezan a explicar racional y científicamente por el hipnotismo, la telepatía, la clarividencia y la terapéutica mental, pues indudablemente Cagliostro estaba dotado de grandes poderes magnéticos. Fue preso y procesado en Roma por franc-masón y condenado a muerte, pero se le conmutó la pena por condena perpetua, falleciendo en el castillo de San León en 1795.
Es tan excepcional y fantástica la vida y actuación del Conde de Cagliostro, que difícilmente podría separarse en ella la historia de la novela; pero realidad o fantasía, verdad o ficción, el discurso que un destacado novelistas francés (Alejandro Dumas, padre) le atribuye, pronunciado en una logia de la calle de Platiére en París, bajo las baldosas donde se construían las barricadas de la revolución, es tan hermoso y expresa de una manera tan correcta el significado de las palabras, LIBERTAD, IGUALDAD y FRATERNIDAD que acertadamente podemos, paras nuestro propósito de estudio masónico, considerarlo como emanado de la Orden:
“Una nutrida concurrencia, entre la que se hallaban directores del movimiento revolucionario y algunos príncipes de la sangre, escuchaba con respeto e interés a aquel hombre extraño a quien se atribuían poderes misteriosos”.
-“Los hombres, exclamaba Cagliostro en su peroración, los hombres que eran esclavos o siervos desde hacía veinte siglos, se alarmaban cuando pedí veinte años para convertirle en hombres libres”.
“Cagliostro paseó un momento su mirada por la asamblea, en la que sus últimas palabras acababan de provocar sonrisas irónicas”.
“Luego continuó”.
--“Al fin obtuve esos veinte años; dí a mis hermanos la famosa divisa: LILIA PEDIBUS DESTRUE, y puse manos a la obra invitando a todos a hacer otro tanto”.
--“Entré en Francia a la sombra de los arcos de triunfo; los laureles y las rosas formaban caminos de flores y de follaje desde Estrasburgo hasta París. Todos gritaban: ¡Viva el Delfín!, ¡Viva la futura reina! Toda la esperanza del reino dependía de la fecundidad del vientre salvador”.
“No quiero ahora atribuirme la gloria de las iniciativas ni el mérito de los acontecimientos. Dios estaba conmigo y permitió que viese la mano divina que sujetaba las riendas de su carro de fuego ¡Dios sea loado! Yo he apartado las piedras del camino, he tendido un puente sobre los ríos, he cegado los precipicios y el carro ha rodado. ¡Esto es todo! Ved ahora, hermanos lo que ha ocurrido en veinte años”:
“Los parlamentos disueltos”
“Luís XV, el Bien Amado, muerto en medio del desprecio general”.
“La Reina, siete años estéril, dando a luz al cabo de ese tiempo hijos de paternidad dudosa, viéndose atacada como madre por el nacimiento del Delfín, y deshonrada como mujer por el asunto del collar”.
“El Rey, consagrado bajo el título de Luís el Deseado, puesto a prueba, tan impotente en política como en amor; llevado de utopía en utopía hasta llegar a la bancarrota, de ministro en ministro, hasta el señor del Calonne”.
“La asamblea de notables, nombrados por el sufragio universal, declarándose Asamblea Nacional”.
“La nobleza y el clero vencidos por el tercer estado”.
“La Bastilla tomada”.
“las tropas extranjeras expulsadas de París y de Versalles”.
“La noche del 5 al 6 de octubre mostrando al rey y a la reina la nada de la realeza”.
“La noche del 14 de julio de 1790, mostrando al mundo la unidad de Francia”.
“Los príncipes despopularizados por la emigración”.
“Monseñor despopularizado por el proceso Favrás”.
“Por último, la Constitución jurada en el altar de la patria; el presidente de la Asamblea Nacional sentado en un trono semejante al del rey; la ley y la nación sentados encima de ellos; Europa atenta, inclinada sobre nosotros, que calla y aguarda; y los que no aplauden, temblando”.
“Hermanos: ¿es Francia lo que yo dije que sería, la rueda a la que se engranaría Europa, el sol que iluminaría el mundo?”.
“¡Si, sí!” –gritan todas las voces”.
--“Ahora, hermanos –continuó Cagliostro-- ¿creéis la obra bastante avanzada para que pueda ser abandonada a sí misma?  ¿Creéis que, jurada la Constitución, hay que confiar en el juramento real?”.
--“¡No!  ¡No!  ¡No! –gritan todas las voces”.
--“Entonces, hay que emprender el segundo período revolucionario de la gran obra democrática. Veo con alegría, como debéis ver vosotros, que la federación de 1790 no es un fin, sino un alto en el camino. Bien; nos hemos detenido, hemos descansado; la corte se entrega de nuevo a la obra de la contra-revolución; ciñámonos también la cintura y pongámonos en camino. Sin duda, para los corazones tímidos, habrá horas de quietud, momentos de desfallecimiento; con frecuencia, el rayo que nos alumbra parecerá extinguirse: la mano que nos guía parecerá abandonarnos. Más de una vez, en el largo período que falta cumplir, la partida parecerá comprometida e  incluso perdida por algún accidente imprevisto, por algún acontecimiento fortuito; todo se nos imaginará contrario; las circunstancias desfavorables, el triunfo de nuestros enemigos, la ingratitud de nuestros conciudadanos; muchos de ellos y quizá los más concienzudos, llegarán a preguntarse a sí mismos, después de tantas fatigas reales y tanta impotencia aparente, si no han seguido un falso camino y si no habrán penetrado en un sendero equivocado. ¡No, hermanos, no! Yo creo en este momento, y que mis palabras queden grabadas para siempre en vuestros oídos, en la victoria como un himno de triunfo y en la derrota como un toque de alarma. No; los pueblos conductores tienen una santa misión que deben, providencial y fatalmente, cumplir. El señor les guía por sendas misteriosas, y no se revela ante nuestros ojos más que en el esplendor de la realización; a menudo una nube lo aparte de nuestra vista y le creemos ausente; a menudo una idea retrocede y parece que se bate en retirada cuando, por lo contrario, como los antiguos caballeros de los torneos de la Edad Media, vuelven a tomar impulso para arremeter de nuevo contra su adversario, reposados y más vigorosos. ¡Hermanos! El fin a que tendemos es el faro encendido de la alta montaña; veinte veces durante la ascensión nos lo hacen perder de vista los accidentes del terreno, y lo creemos apagado; entonces los débiles se detienen, se duelen diciendo: Ya no tenemos nada que nos guíe, marchamos en la sombra; quedémonos donde estamos. ¿Para qué extraviarnos? Los fuertes continúan sonrientes y confiados, y pronto el faro reaparece para desvanecerse y reaparecer de nuevo, y cada vez más visible y más brillante porque está más cerca. Y así luchando, perseverando, sobre todo teniendo fe, llegarán los elegidos del mundo al pie del faro salvador, cuya luz deber un día iluminar, no sólo a Francia, sino incluso a todos los pueblos. Juremos, pues, hermanos; juremos por nosotros y por nuestros descendientes, porque a veces la idea o el principio consumen en su servicio a muchas generaciones, que no nos detendremos hasta que hayamos implantado en toda la tierra esta santa divisa de Cristo, de la que hemos conquistado la primera parte: ¡LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD!”.
“Las palabras de Cagliostro se vieron coronadas por una clamorosa aprobación”.
“Pero en medio de los gritos y los bravos, cayendo sobre el entusiasmo general como las gotas heladas que caen desde una roca húmeda sobre una frente sudorosa, se dejaron oír estas palabras pronunciadas por una voz agria y cortante”.
“Sí, juremos; pero antes explícanos que entiendes tú por esas tres palabras con el fin de que nosotros, simples apóstoles, podamos explicarlas después”.
“Una mirada penetrante de Cagliostro atravesó los grupos y fue a iluminar, como el rayo de un espejo, el pálido rostro del diputado de Arrás”.
“--¡Sea! –contestó—Escucha, pues, Maximiliano (Robespierre).
“Luego, levantando la voz y la mano, dijo,  dirigiéndose a los reunidos”.
---“Escuchad todos”:
“¡LIBERTAD!  ¡IGUALDAD!  ¡FRATERNIDAD!”
“Se produjo en la asamblea uno de esos silencios impresionantes que dan la medida de la importancia que se concede a quien va a oírse”.
---“Si, es razonable que se me pregunte qué es la LIBERTAD, qué es la IGUALDAD y qué es la FRATERNIDAD. Voy a decirlo. Comencemos por la libertad, y ante todo, hermanos, no confundáis a la libertad con la independencia; no son dos hermanas que se parecen, sino dos enemigas que se odian”.
“Casi todos los pueblos que habitan en un país de montañas son independientes; pero no sé si se puede afirmar que uno sólo, excepto Suiza, sea verdaderamente libre. Nadie negará que el calabrés, el corso y el escocés no sean independientes. Pero nadie, tampoco, se atreverá a afirmar que sean libres: Si el calabrés se siente herido en su fantasía, el corso en su honor, el escocés en sus intereses, el calabrés, que no puede recurrir a la justicia, porque no hay justicia en un pueblo oprimido, apela a su puñal, el corso a su estilete y el escocés a su drik. Hiere; su enemigo cae. Está vengado. Allá está  la montaña que le ofrece un refugio, y a falta de la libertad, invocada en vano por los hombres de las ciudades, halla la independencia en profundas cavernas, grandes bosques, elevadas cumbres, es decir, la independencia del zorro, la gamuza o el águila. Pero águila, gamuza o zorro, impasibles, invariables, indiferentes espectadores del gran drama humano que se desarrolla ante sus ojos, son animales reducidos a sus instintos y constreñidos a la soledad. Las civilizaciones primitivas, antiguas, originarias de la India, Egipto, Etruria, Asia Menor, Grecia y Lacio, al reunir sus ciencias, sus religiones, sus artes, sus poesías, para formar un haz de luz que han extendido sobre el mundo, para iluminar en su cuna y en su desarrollo a la civilización moderna, han dejado a los zorros en sus guaridas, a las gamuzas en las cimas y  las águilas entre las nubes; para ellos pasa el tiempo, pero sin medida;  para ellos las ciencias florecen, pero no existe el progreso; para ellos las naciones nacen, se engrandecen y caen, pero no les ofrece esto la menor enseñanza. Es que la Providencia ha limitado el círculo de sus facultades al instinto de conservación individual, mientras que Dios ha dado al hombre la inteligencia del bien y del mal, el sentimiento de lo justo y de lo injusto, el horror del aislamiento, el amor por la sociedad. He aquí por qué el hombre, nacido solitario como el zorro, salvaje como la gamuza y aislado como el águila, se ha reunido en familias, aglomerado en tribus, constituido en pueblos. Es que, como os decía, hermanos, el individuo que se aísla no tiene más que el derecho a la independencia, y, al contrario, los que se reúnen tienen derecho a la libertad”.

¡ LA LIBERTAD !

--“No es una sustancia primitiva y única como el oro; es una flor, un fruto, es un arte, es un producto, en fin: es preciso cultivarla, para que se abra y madure. La libertad es el derecho que todos tienen para hacer en beneficio de su interés, de su satisfacción, de su bienestar, de su diversión, de su gloria, todo lo que no perjudique el interés de los demás; es el abandono de una parte de la independencia individual para constituir un fondo de libertad general, en que todos pueden obrar en una misma forma. La libertad, en fin, es más que todo esto, es la obligación contraída ante todo el mundo de no limitar de nuevo las luces, el progreso, los privilegios de una nación, de una raza; sino al contrario, difundirlas a manos llenas, ya individualmente, ya como sociedad; cada vez que un individuo pobre o una sociedad indigente os solicite, compartid vuestro tesoro con ellos. Y no temáis que ese tesoro se agote, porque la libertad tiene el privilegio divino de multiplicarse con la prodigalidad, como los grandes ríos que riegan la tierra, tan caudalosos en su origen como en su desembocadura”.
“Esto es la libertad; un maná celeste al que todos tienen derecho y que el pueblo elegido para recibirlo debe compartir con cualquier otro que reclame su parte. Esa es la libertad. . .Pasemos a la igualdad”.
“Un inmenso murmullo de aprobación se elevó hasta las bóvedas, rodeando al orador con esa caricia, la más cara, si no al corazón, por lo menos al orgullo del hombre: la popularidad”.
“Pero él, como acostumbrado a las ovaciones humanas, extendió la mano reclamando silencio”.
---“¡Hermanos! –dijo—no os haré la injuria de creer que un sólo de vosotros, por la palabra seductora de igualdad, haya comprendido la igualdad de la inteligencia ni de la materia; no. Sabéis muy bien que una y otra igualdad repugnan a la verdadera filosofía, y que la propia naturaleza ha resuelto esa gran cuestión colocando el hisopo cerca de la encina, la colina cerca de la montaña, el arroyo cerca del río, el lago cerca del océano, la estupidez cerca del genio. Todos los decretos del mundo no podrán hacer bajar ni un codo al Chimborazo, al Himalaya o al Monte Blanco; todas las decisiones de una asamblea de hombres no podrán apagar la llama que arde en la frente de Homero, de Dante o de Shakespeare. Nadie puede alimentar la idea de que la igualdad sancionada por la ley será la igualdad material y física; que, desde el día en que esa ley sea inscrita en las tablas de la Constitución, las generaciones tendrán la estatura de Goliat, el valor del Cid o el genio de Voltaire; no, individuos y masa, hemos perfectamente comprendido y debemos también comprender que se trata pura y simplemente de la igualdad social. Ahora, hermanos, ¿qué es la igualdad social?”.

¡ LA IGUALDAD !

“Es la abolición de todos los privilegios transmisibles; el libre acceso a todos los empleos, a todos los grados, a todas la jerarquías; la recompensa concedida al mérito, al genio, a la virtud; dejará de ser la herencia de una casta, de una familia o de una raza; por eso el trono, suponiendo que quede un trono, no es, o más bien no será más que un puesto más elevado al que podrá llegar el más digno, mientras que en los grados inferiores y según sus méritos, se detendrán los que sean dignos de los puestos secundarios, sin que para reyes, ministros, consejeros, generales, jueces, tengan que preocuparse de dónde proceden. Por eso, realeza o magistratura, trono de monarca o sillón de presidente, no serán la herencia de una familia: serán ELECCIÓN. Para el consejo, para la guerra, para la justicia, no habrá ya privilegio, sólo APTITUD. Para las artes, para las ciencias y las letras, ya no habrá favor, sólo CONCURSO. ¡Esa es la Igualdad social! Luego, a medida que con la educación, no sólo gratuita y puesta al alcance de todos sino obligatoria para todos, las ideas crecerán y es necesario que la igualdad crezca con ellas; la igualdad, en lugar de permanecer con los pies hundidos en el barro, debe asentarse en las más altas cumbres; una gran nación como Francia, no debe reconocer más que la igualdad que eleva, y no la que rebaja; la igualdad que rebaja no es la del titán, sin la del bandido; no es el lecho caucasiano del Prometeo, sino de Procusto. ¡Eso es la IGUALDAD!”.
“Cagliostro, más ardiente, más iluminado, más resplandeciente a medida que el tema se engrandecía, reclamo silencio, como ya había hecho anteriormente, y continuando con voz en la que era imposible sorprender la menor fatiga ni la menor vacilación, dijo:
---“Hermanos, hemos llegado a la tercera palabra de la divisa, a la que los hombres tardarán más tiempo en comprender y que, sin duda, por este motivo el gran civilizador ha colocado la última. Hermanos, hemos llegado a la fraternidad”.

¡ LA FRATERNIDAD !

---“¡Palabra grande si es bien comprendida!   ¡Palabra sublime si es bien explicada! Dios me libre de decir que quien haya medido mal la altura de ella,  tomándola en su acepción estrecha para aplicarla a los habitantes de una aldea, a los ciudadanos de una ciudad, a los hombres de un reino, sea un mal corazón. . .No, hermanos, no será sólo un espíritu mezquino. Compadezcamos a los pobres de espíritu, tratemos de sacudir las sandalias de plomo de la mediocridad, despleguemos nuestras alas y coloquémonos por encima de las ideas vulgares. Cuando Satán quiso tentar a Jesús, lo transportó a la montaña más alta del mundo, desde la cúspide de la cual podía mostrarle todos los reinos de la tierra, y no a la torre de Nazareth, desde donde sólo podía hacerle ver algunos pueblos de Judea”.
“Hermanos: no es a una ciudad, ni siquiera a un reino a quien hay que aplicar la fraternidad; hay que extenderla a todo el mundo. Llegará un día, hermanos, en que esta palabra que nos parece sagrada, la patria, o esta palabra que nos parece santa, la nacionalidad, desaparecerán como esos telones de teatro que no bajan provisionalmente más que para preparar lontananzas infinitas, horizontes inconmensurablesLlegará un día, hermanos, en que los hombres, que ya han conquistado la tierra y el agua, conquistarán el fuego y el aire; en que atarán corceles flameantes, no sólo al pensamiento, sino también a la materia; en que los vientos, que no son hoy día más que los correos indisciplinados de la tempestad, se convertirán en los mensajeros inteligentes y dóciles de la civilización. Llegará un día, hermanos, en que los pueblos, gracias a esas comunicaciones terrestres y aéreas contra las que serán impotentes los reyes, comprenderán que están unidos unos a los otros por la solidaridad de los dolores pasados; que esos reyes que les han puesto las armas en la mano para destruirse entre sí, les han empujado, no a la gloria como les decían, sino al fratricidio, y que tendrán que dar cuenta a la posteridad de cada gota de sangre salida del cuerpo del más ínfimo de los miembros de la gran familia humana. Entonces, hermanos, veréis un magnífico espectáculo desarrollarse a la faz del Señor; toda frontera ideal desaparecerá, todo límite ficticio será borrado; los ríos ya no serán un obstáculo, las montañas ya no serán un impedimento; de un lado al otro de los ríos, los pueblos se darán la mano y en cada alta cúspide se levantará un altar, el altar de la FRATERNIDAD. ¡Hermanos!  ¡Hermanos!  ¡Hermanos! Yo os lo digo, esa es la verdadera fraternidad del apóstol. Cristo no murió para rescatar tan sólo a los nazarenos. Cristo murió para rescatar a todos los pueblos de la tierra. No hagáis, pues, de estas tres palabras: LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD, solamente la divisa de Francia; inscribidla en el lábaro de la humanidad, divisa del mundo. . .Y ahora, idos, hermanos; vuestra tarea es grande; tan grande que, por cualquier valle de lágrimas o de sangre que paséis, vuestros descendientes os envidiarán la misión santa que llevaréis a cabo, y como aquellos cruzados que se renovaban siempre, cada vez más numerosos y más animados por los caminos que conducían a los Santos Lugares, no se detendrán, aunque con frecuencia, no reconocerán su camino más que por los huesos blanqueados de sus padres. . .¡Valor, pues, apóstoles!. . .¡Valor, pues, peregrinos!. . .¡Valor, pues, soldados de sus padres!. . .¡Apóstoles, convertid!  ¡Peregrinos, andad! ¡Soldados, combatid!.  . .”
“Cagliostro se detuvo, pero aunque no se hubiera detenido, los aplausos, los bravos y los gritos de entusiasmo lo hubieran interrumpido”.
“Tres veces se apagaron y otras tres veces se renovaron, resonando bajo las bóvedas de la cripta como una tempestad subterránea”. . .
“Luego, todos los hermanos, inclinándose a su vez ante aquel estrado en que, como otro Pedro el Ermitaño, el nuevo apóstol acababa  de predicar la cruzada de la libertad, pasaron repitiendo la divisa fatal: LILIA PEDIBUS DESTRUE”.
“Al pasar el último, se apagó la lámpara”.
“Y Cagliostro quedó sólo, hundido en las entrañas de la tierra, perdido en el silencio y en la oscuridad, parecido a esos dioses de la India, en los misterios de los cuales pretendía haber sido iniciado diez mil años antes”.


Tomado de “EL MISTERIO DEL VALLE DE GIZEH”  Cáp. IV
LUIS SOTELO REGIL 33°  SUPREMO CONSEJO DE MÉXICO.
Nota: el sub-rayado de algunos párrafos que considero trascendentes, es mío. HHS

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